El lenguaje es un gran arma política. Una herramienta imprescindible que depende de cómo se use. Ha habido grandes oradores políticos cuyas frases perduran a través de los siglos. Pero también hay verdaderos especialistas en hablar sin decir nada. De hecho, hoy lo habitual es escuchar cada día un buen número de frases vacías. Uniones de palabras con apariencia de mensaje pero que realmente no cumplen con la función fundamental de comunicar algo al sufrido receptor. Claro que hay momentos como los preelectorales en los que los jueguecitos retóricos se multiplican. Un buen ejemplo lo ha dado esta semana en Málaga el consejero de Salud, Aquilino Alonso, al asegurar que «en breve» espera dar una «fecha cierta» para la apertura del centro hospitalario del Guadalhorce. Una infraestructura que lleva años construida y cerrada y que ha visto pasar ya a unos cuantos consejeros sin que ninguno haya acertado a dar una fecha cierta y definitiva para su puesta en marcha.

Muchas palabras, toneladas de ambigüedad y ninguna realidad como en el caso de otra importante infraestructura, en este caso educativa, que Málaga reclama desde hace quince años y de la que tampoco se sabe nada más allá de vagas y falsas promesas. Según denuncian los padres de Teatinos, la Junta les aseguró en marzo que en «cuestión de días» -otra bonita y vacía frase hecha para salir del paso- se licitaría el instituto que este barrio en expansión necesita. Hoy por hoy, nada de nada de la «inminente» construcción del centro, como los afectados afirman que les llevan prometiendo desde 2013.

Y para terminar, otra magnífica frasecita vacua, la pronunciada ayer por la presidenta andaluza, Susana Díaz, que afirmó que bajará los impuestos «lo antes posible», tal y como se comprometió durante su investidura. Lo dicho, lenguaje de campaña o el arte de hablar sin decir nada.