Ha vuelto a suceder. Aún hoy, en pleno 2015, hay quien enfrenta ciencia y fe como si fueran incompatibles. Como si fuera una mera cuestión de inteligentes y crédulos. Marcando una división que, en muchos casos, es interesada y, sin duda, anacrónica. Este país lleva muchas décadas manteniendo un debate que no lleva a ninguna parte y que históricamente solo ha provocado odio, recelos, violencia y cenizas... Pedro Sánchez, sin embargo, entiende que es una prioridad. Pues vale. Los viejos tics del socialismo español subsisten. Menos mal que son progresistas...

El secretario general del PSOE quiere una España laica, pero confunde términos. Los laicos son los cristianos que son Iglesia pero no pertenecen al clero. Lo que Pedro Sánchez quiere es un Estado laicista. Y olvida sin pudor a sus votantes creyentes, los que van a misa, participan activamente en movimientos de la Iglesia, son catequistas, asisten a quienes más lo necesitan en las Cáritas parroquiales y llevan a sus hijos a clase de Religión. Insiste en la vieja idea de las dos Españas en función del credo. No valora el papel que ha jugado y juega la Iglesia, supliendo muchas veces las obligaciones del Estado en esta crisis, y ahorrando millones a las arcas públicas. Desprecia que los valores éticos, morales y culturales del mundo occidental emanan del Evangelio, quiera o no quiera. Y demuestra una torpe ceguera al obviar que el socialismo, como ideología y más allá de partidos, bebe directamente de la Palabra.

A estas alturas, Sánchez tampoco parece entender que, pese a la aparente autoridad con la que trata estos temas y sus desvelos por marcar diferencias donde no las hay, muchísimos médicos, biólogos, investigadores, ingenieros y hombres y mujeres de ciencia -o de letras- creen en Dios. Porque ciencia y creencia pueden ir de la mano. No es tan extraño, señor Sánchez. Y por supuesto trasciende el ámbito de lo privado. Pregúntele a Susana Díaz, por ejemplo.

Que la Iglesia es por supuesto pecadora, pero porque está integrada por personas. Que España es desde 1978, y así lo especifica claramente la Constitución, un país no confesional. Es decir, que esa separación que busca ya existe. De forma natural. Y que seguramente hay muchos otros asuntos que deberían ser prioritarios y que preocupan mucho más a la mayoría de españoles, independientemente de si van o no a misa los domingos y fiestas de guardar. Y eso es lo que esperan de usted y de su partido. Sea, por tanto, responsable con el paro, la crisis o la corrupción.