El ataque de París nos ha dejado en shock. Las redes sociales saltaron enseguida con relatos, tuits y comentarios. Las imágenes nos golpearon repetidamente a través de las webs de distintos medios y de las televisiones extranjeras (las españolas, incomprensiblemente, dimitieron de la actualidad). Las conversaciones de la noche del viernes y del fin de semana giraron sobre eso. Sobre todo de aquellos que tienen algún familiar en París o cerca. El miedo mezclado con rabia se empieza a translucir en muchos gestos y comentarios, como también cierta incomprensión ante lo que ha pasado. No estamos ante unos terroristas que defienden un discurso político, con los que se pueda negociar una salida o esperar unos atentados selectivos. El Estado Islámico y el terrorismo yihadista no tienen más argumentos que la destrucción y la muerte. Es tan irracional y arbitrario que es imposible predecir una pauta de actuación. Matan a todos los que se pongan por delante. Buscan el terror puro y duro. No hay excepciones ni objetivos marcados. Todos somos objetivos.

Pero hay algo más. La campaña de terror que generan tiene otros objetivos más sibilinos y a largo plazo. Buscan fomentar el odio contra el musulmán. Saben que ese odio, una represalia mal medida o la discriminación por la religión les alimentará con más carne de cañón dispuesta al sacrificio. Por eso la rabia y el miedo pueden ser malas consejeras en estos momentos. En España hemos aprendido, con mucho dolor y sangre derramada, que el terrorismo sólo se vence con inteligencia. Reduciendo la cantera de jóvenes frustrados que llenan sus filas. La democracia venció esa batalla, aunque es un camino aparentemente más lento que la fuerza bruta o la dictadura. ¿Seremos capaces de ganar esta? La respuesta es sí, siempre que seamos capaces de diferenciar al asesino del que no lo es. No nos olvidemos que la mayor parte de las víctimas de ese Estado Islámico son musulmanes, tanto en Siria como en Irak. Pero también en atentados en Turquía y Líbano. Repudiemos al terrorista, al que lo justifica o le apoya. Acojamos al resto y preparémonos con un rearme moral y democrático para evitar las venganzas sin sentido.