El 20D sin duda fueron las elecciones más importantes desde la Transición. Pero no fueron las elecciones de los partidos, de los programas o de los proyectos. Apenas nadie se lee los programas y prueba de ello es que 5.189.000 votantes, el 20,6%, que han votado a Podemos, sería extraño que mirasen con buenos ojos el independentismo catalán.

Hemos votado liderazgos, o más bien, hemos votado contra la falta de liderazgos. Frente a los líderes que representaban esa sabia de ideas nuevas y necesarias en algunos casos, emergencia y dotes comunicativas en las figuras de Iglesias y Rivera, nos presentaban a un Rajoy «quemado» por la crisis; le tocó tomar decisiones necesarias, y en general acertadas, para evitar un rescate, pero con ellas debió asumir su desgaste político, al que ayudaron los Bárcenas, Ratos y Granados. No hay que olvidar que el votante del PP castiga más la corrupción que el votante del PSOE, y para muestra, Andalucía.

El PSOE tampoco se percató que en las elecciones donde se votarían carteles, no programas, Pedro Sánchez difícilmente daba el perfil cuando ni internamente gozaba de ese liderazgo. Nunca lo tuvo, y no porque Susana Díaz no le dejara, no, sencillamente porque es la presidenta andaluza, queriéndolo o sin quererlo, la actual líder del PSOE a nivel nacional. Fue un error que ésta dejara a Sánchez ser el candidato a la presidencia del Gobierno por su partido, y ahora Podemos se frota las manos.

Los errores se pagan, pero también se enmiendan, y a estas alturas y visto el escenario se requiere altura de miras y sentido de Estado, aunque alguno ya se haya autoexcluido de esta opción al no renunciar al mal llamado derecho a decidir, eso sí, de unos pocos sobre el conjunto de los españoles, que también tienen derecho a opinar. Se requiere altura de miras, dejar a un lado personalismos y apostar por el diálogo y entendimiento a que las urnas obligan para formar gobierno. Ese es el mandato de los votantes y como tal hay que acatarlo, pero desde la aplastante lógica que a quien le corresponde formar gobierno es a la lista más votada. Un Gobierno que ejecute los mandatos del pueblo, del Congreso, ahí reside la verdadera soberanía popular y desde ahí se debe llegar a los acuerdos necesarios para que ese gobierno actúe en consecuencia. No es una tarea fácil, pero tampoco imposible.

Repetir elecciones sería un fracaso de la política como las guerras lo son de la diplomacia. No les hemos votado para romper, sino para dialogar, y si no son capaces no nos valen. Llegado ese momento PP y PSOE habrían de plantearse presentar otros candidatos, otros líderes. Rivera e Iglesias han demostrado que son capaces de ilusionar a los votantes de C´s y Podemos, las nuevas opciones. Soraya y Susana son las únicas que, a priori y llegado ese momento, podrían hacerlo entre los suyos.