Quien no se arriesga, nunca pierde, señor Sánchez. Aunque ahora pretenda convencernos de que es el vencedor, no ha sido usted un buen jugador de cartas. Su único mérito ha sido enrocarse en el asiento y, a pesar de llevar una buena mano, decir que no jugaba. Recuerdo a un compañero de EGB que nunca quería jugar por temor a perder. Menos mal que no fue vinculante su veto, porque de otra forma habría sido una infancia muy aburrida.

La democracia no es más que un juego serio. Una partida de cartas en la que las decisiones las toman entre todos aquellos que han obtenido el mejor reparto de votos. La baraja, señor Sánchez, tiene 40 cartas (al menos la española), y por mucho que usted trate de negar algunos naipes, siguen estando sobre el tapete. Usted es como esos niños grandes que descartan jugar cuando no tienen la seguridad de salir victorioso. Hay que jugar a la democracia, señor Sánchez, porque de ese juego dependen multitud de personas que solo quieren encontrar un trabajo o mantenerlo, llevar a sus hijos a la escuela, sanar a sus enfermos, disfrutar de un paseo en los parques o dar refugio a los que lo necesitan. Si la partida no empieza, lo único que consigue es narcotizar al pueblo durante tantos años como el cuento de los hermanos Grimm.

Presentando su dimisión como diputado demuestra que sigue siendo un niño enrabietado. No soporta que comience el juego. Si usted no puede ganar, que nadie juegue. Con su postura ha puesto en riesgo la credibilidad de su partido, obligándoles a tomar una decisión indeseada una vez que han perdido las oportunidades que usted tenía al comienzo de la partida. Ahora, con su rabieta, pretende que pensemos que los culpables de que Rajoy gobierne son los otros. Pues no, señor Sánchez. El culpable es usted.

Tuvo la oportunidad en la primera votación, pero otros no quisieron. Eso no se lo discuto, aunque estará conmigo en que si lo hubiese conseguido, sus compañeros de viaje traían en la maleta viejas prendas que no son de la talla de sus votantes.

En la segunda votación, el resultado se lo dejó tan claro que hasta un niño de su misma edad lo habría comprendido. Pero veo que usted no sabe leer entre líneas. Usted olvida que españoles somos todos, no solo los que le votan a usted, sino también los que votan a Podemos, a Ciudadanos o incluso al PP. En eso consiste la democracia. Cuando usted valora sus opciones también ha de tener en cuenta a aquellos que no le han votado, porque también son España.

En la segunda votación también obtuvo una buena mano. Tenía todas las cartas para tumbar a Rajoy, a su reforma laboral, al IVA cultural, a los recortes en Sanidad o Educación... pero no, usted decidió decir no. No, ¿qué? Explíquenoslo. La democracia consiste en sentarse a negociar. Se negocia con los pesos de que cada uno dispone. El suyo era suficiente para ofrecer su apoyo a cambio de derogaciones o nuevos presidentes. Cambios que hubiesen transformado el gobierno de un partido que, aunque le pese y aunque me pese, ha obtenido la mayoría de votos del conjunto de la ciudadanía, de esos que también son españoles, de esos para los que también hay que gobernar.

Ahora ya es tarde, señor Sánchez. Ha dejado usted desarmados a sus compañeros. Lo único que podrán hacer es esperar y negociar cada una de las leyes que el gobierno quiera poner en pie, que es en lo que consiste la democracia: Negociar, hacer valer sus pesos, hacer valer a sus votantes, hacer valer su programa.

Vaya usted diciendo no a todo que nunca se equivocará. Mientras tanto, deje avanzar a este maltrecho país, aunque llevemos, por su culpa, al mismo conductor.