Según Rajoy Brey nadie puede demostrar que estarse quieto no sea una forma eficaz de movimiento, y visto lo visto, no le falta razón. El flamante presidente del Gobierno se ha hecho el muerto en funciones emulando a la perfección la inmovilidad tónica de la culebra parda, la reina de la parálisis como medio de defensa en la fauna salvaje, y al final Mariano ha salido vencedor frente a sus depredadores, porque cuando se acerca el peligro y acecha la muerte, nada como hacerse el finado para que tus enemigos se confíen y se centren en otra cosa, mariposa. En cambio Pedro Sánchez optó por la opción contraria, la del culo inquieto, la de no parar de moverse entre aduladores y lisonjeros para darse cabezazos una y otra vez contra un muro impenetrable hasta quedar muerto, morío, matao. De hecho, por moverse se ha ido a EEUU a apoyar a Hillary, y yo me pregunto qué culpa tiene la Clinton de semejante mal agüero.

Y es que la política actual es así de caprichosa, así de inconsistente o, como ha afirmado el magistrado Miguel Ángel Torres en una sentencia reciente sobre la Sra. Chamorro, exvicepresidenta de la Diputación de Granada: «El hecho de que un político mienta no debe sorprender. La mentira o la falta de escrúpulos para un político no es delito, pues si todos los que mienten fueran condenados, la lista de personas con antecedentes penales sería interminable y con las multas impuestas se paliaría el déficit público. Las palabras de la señora Chamorro son un ejemplo más de los miles que reflejan la podredumbre política existente». Y se ha quedado tan a gusto.

El juez Torres es bien conocido en el ambiente jurídico de Marbella desde que dejase honda huella en la ciudad por ser el primer instructor del Caso Malaya, y se le puede acusar de algunas cosas, no muchas, pero entre ellas no se encuentra la cobardía, de ahí que no extrañe sobremanera que este juez ponga negro sobre blanco lo que muchos pensamos del nivel político que nos ha tocado padecer, siendo esta la excepción a la regla de que los jueces viven ajenos a la realidad social.

Con estos mimbres hacemos estos cestos, es lo que ha debido pensar Rajoy al formar nuevo Ejecutivo. Entre la manifiesta irresponsabilidad de Podemos, la clara pérdida de rumbo del PSOE, la omnipresente equidistancia de Ciudadanos, y el exitoso suicidio de Izquierda Unida, al actual PP le ha sobrado y bastado con ralentizar las constantes vitales y tirar de aguante para pactar una mayoría suficiente. Un mal menor que sabe a victoria. Con regusto a tanatorio, pero victoria al fin y al cabo.

Si analizamos la situación, la actitud del PP se revela como la opción más acertada independientemente de que sea la más beneficiosa, sólo el tiempo y Europa lo dirán. Los partidos de nuevo cuño estaban abocados al dinamismo, a buscar su lugar en el mundo parlamentario, mientras que los grupos tradicionales tenían dos opciones: dejarse llevar por el río revuelto, o asentarse en el terreno y enraizarse a su esencia, no moverse, apelar al votante de siempre. Y de ese totum revolutum ha quedado un partido más herido que los demás, el socialista, que, llevado al límite por un secretario general enajenado al estilo de Luis II de Baviera, casi roza la tragedia de forma ostentosa e irremediable.

El PP tiene una legislatura para demostrar que sabe negociar, que atiende a razones, que le interesan los españoles. El PSOE tiene el mismo tiempo para desandar el camino y reconocerse a sí mismo como una opción plausible, demostrando que su columna vertebral no está afectada, que serán lo que fueron y que su fortaleza parlamentaria beneficiará a un ámbito político mancillado por Rufianes y Errejones, Iglesias y Garzones. Pienso en las palabras del juez Torres, y lo cierto es que las hago mías. Hemos alcanzado un punto indolente en el que asumimos con normalidad que la mentira es inmanente al político, que el sistema está podrido.

Cuando los de siempre deambulan entre corrupciones y endogamias, abrimos las puertas a los salvapatrias. Cuando los nuevos viven de la disociación y la cantinflada, estamos condenados a merecer lo votado. Cuando mezclarse con el populismo bananero se convierte en opción es que hemos perdido la hoja de ruta. Cuando hacerse el muerto es la receta del éxito es que antes o después tendrás cara de oposición.

Es tiempo de actuar, de pactar, de hacer política de verdad. Que Dios reparta suerte, y que nosotros lo veamos.