Me llamaron ayer del Sindicato Nacional de Opinadores con Fundamento para recriminarme no haber escrito una sola línea analizando el triunfo de Trump. Me quedé atónito.

Yo soy muy de quedarme atónito cuando alguien me llama un martes por la mañana, dado que a mi el lunes me dura dos días. No obstante, pude replicar (algo azorado) que debía haber algún error, dado que yo no soy un opinador, soy un personaje. De qué tipo, dijo la voz al otro lado del teléfono. Del tipo secundario, respondí. Aunque una vez hablé con Pérez Reverte, otra vez me crucé en una estación de autobuses con Joaquín Sabina e incluso creo que en una playa de Marbella atisbé una tarde de verano (de invierno iba a ser más difícil) a José María Aznar jugando al pádel con un bañador fucsia.

Me parece que son excusas un tanto peregrinas, repuso firme la voz, una voz como de querer derribar gobiernos desde una emisora local o de arremeter contra la ONU desde una televisión de pueblo chico.

Oiga, yo es que además de ser un personaje no pertenezco a ningún sindicato, acerté a decir. La voz parecía recargarse de energía con cada tramo de la conversación:

-Su silencio nos compromete. El que calla, estorba.

-No, no. El que calla, otorga. Pero yo no otorgo nada. Más bien me gustaría que me otorgaran a mí algo, un premio, un marquesado, un kilo de naranjas, una exención fiscal, cualquier cosa.

La voz pareció calmarse. Yo tenía que haber aprovechado el silencio que se hizo para decir educadamente que había cometido un error o se había confundido de persona y que me dejara en paz, ya que estaba trabajando.

Pero titubeé y entonces la voz carraspeó un poco y se puso algo solemne: tenía que haber pensado todo esto antes, joven. Usted tiene una responsabilidad y además sabemos que su criterio es válido, ya que estuvo una vez de paso en Nueva York y por tanto la realidad americana no le es ajena. Sin embargo, prosiguió, está usted de suerte. Tenemos una oferta ahora que se acerca la Navidad mediante la que podemos ofrecerle unas condiciones ventajosas, más megas y diez canales más de televisión a cambio de un pequeño aumento de cuota.

Me indigné: oiga caballero, vaya oferta cutre, es que no voy ni a opinar de ella. Por eso le llamaba, aseveró.