El pasado viernes 3 de febrero fue sin duda el día de Los Gálvez de Macharaviaya. Pero lo fue, no por su onomástica ni por ningún tipo de día instituido para celebrar a esta egregia familia macharatunga del siglo XVIII, sino porque tuvieron lugar en la provincia de Málaga dos actos de igual importancia que vienen a reconocer el gran papel de esta dinastía en la historia española y americana. El primero de los actos tuvo lugar en la capital de la provincia con la inauguración de un conjunto escultórico obra de Jaime Fernández Pimentel, a quien habrá que recordar ya como el escultor de los Gálvez, pues de su mano ya han salido diversas obras sobre los miembros de esta ilustre familia. Recordemos la que domina la plaza del Ayuntamiento de Macharaviaya, que representa a Bernardo de Gálvez. Con numerosa asistencia de público se inauguró dicho conjunto artístico, constituido por las figuras exentas de Matías, Miguel y Bernardo, de pie, y de José, sedente. Además de las numerosas autoridades asistentes (políticas, académicas, sociales, militares), participaron en el acto los niños del Colegio Custodio Puga de Torre del Mar, que se han convertido gracias a su activo director en parte esperada en todos los actos sobre la vida y obra de los Gálvez. Intervinieron el presidente de la Asociación Bernardo de Gálvez, el subdelegado del Gobierno de España, el presidente de la Diputación, y el alcalde Málaga. Asistió también, entre otros, el alcalde de Macharaviaya. Pronto, la plaza que se abre frente al Asilo de las Hermanitas de los Pobres en Málaga llevará el nombre de Plaza de Los Gálvez, como una muestra más de la recuperación de esta familia para el imaginario ciudadano malagueño.

Por la tarde, en el pequeño Madrid, Macharaviaya, tuvo lugar la reapertura del Museo de Los Gálvez con asistencia asimismo de una gran cantidad de público ávido de conocer la reorganización museística de este museo pionero, convertido ya en una joya de enorme valor cultural que engrandece a este pequeño gran pueblo que rezuma historia por los cuatro costados. Si la recuperación de los Gálvez es una necesidad para el reencuentro con nuestra historia americana, Macharaviaya es indispensable en esa tarea. Y lo es porque la villa es en sí un gran testimonio de los Gálvez, y parte fundamental de su legado. En las calles de Macharaviaya la obra de los Gálvez adquiere su mejor significado. Allí está su memoria.

Previamente a la reinauguración del museo, en un acto celebrado en la imponente Iglesia de San Jacinto, el alcalde de Macharaviaya, acompañado del diputado provincial de Cultura, del delegado provincial de Medio Ambiente, y de otros alcaldes de la provincia, así como de representantes de otras instituciones, entre las que se encontraba también la universidad malagueña, así como los escolares del Custodio Puga, se reconoció públicamente a quienes han contribuido desinteresadamente a incrementar los fondos del nuevo museo. La música en tiempos de los Gálvez también estuvo presente en el acto, a cargo de la Fundación Hispania Música.

Desde la plaza malagueña en la que se ubica el recién inaugurado conjunto escultórico se ve el mar cercano, cuya brisa acaricia el bronce tallado de la estatuaria, y a cuyas imágenes se acercarán muchos malagueños y visitantes que aprenderán algo más de la rica historia malagueña y de su proyección allende los mares. Los Gálvez de Macharaviaya, como la veleña María Zambrano, o el malagueño Pablo Picasso, son referentes que la ciudad ha sabido recuperar poco a poco, no sin dificultades ni controversias, y exponentes del carácter inquieto y tenaz de nuestros hombres y mujeres. Hay muchos más nombres todavía ocultos o escasamente valorados, cuya memoria deberíamos restituir para la sociedad, no por oportunidad política sino por convicción y justicia. Desde las lomas de Macharaviaya también se otea el mismo mar en el horizonte cercano, aquel que vieron los Gálvez y que más tarde surcarían hacia otras tierras, desde el Mediterráneo al Atlántico. Los visitantes encontrarán fácilmente en sus calles y en sus plazas, y en su nuevo museo, testimonios fehacientes de una época y de la obra de sus hijos más ilustres, y aprehenderán con ellos los ecos de su historia americana.

Málaga y Macharaviaya coincidieron el pasado viernes en homenajear a los Gálvez con ocasión de dos inauguraciones distintas, pero con la misma finalidad. Corresponde seguir haciéndolo en beneficio mutuo. En Macharaviaya permanecerá para siempre el espíritu de los Gálvez y el testimonio indeleble de su obra, su cuidado museo lo atestigua, y la villa debe continuar su singular proyecto histórico y cultural; y Málaga, como capital de la provincia que es, debe seguir contribuyendo al engrandecimiento de la memoria de esos malagueños macharatungos para conocimiento y disfrute de todos quienes habitamos la provincia, y para su reconocimiento nacional e internacional. Málaga y Macharaviaya, tanto monta, monta tanto.

*Juan Antonio García Galindo es catedrático de Periodismo de la Universidad de Málaga