La maternidad de Samanta Villar está dando más que hablar esta semana que la de Ivonne Reyes. La presentadora de televisión afirmaba que sí, que es muy bonito ser madre y tal, pero que, «como a todos las parejas», le dan ganas alguna que otra vez de tirar al niño por la ventana. Gran carga y muchas críticas en las redes sociales para la periodista que pasara 21 días viviendo en la calle o 21 días rodando porno que, sin embargo, contrastan con los gestos de resignación y asentimiento de algunos de mis compañeros de la redacción que, algunos verbalizándolo y otros no, venían a admitir que hay momentos en los que ser padres es «mu duro». Desconozco si mi madre albergó tales sentimientos cuando no la dejaba dormir una noche entera o cuando me negaba a ir al colegio alegando cualquier excusa infantil. Lo más cercano a la paternidad que experimento estos días es mi convivencia con un gato que, indiferente y altanero, me mira desde el poyete (sí, poyete, mucho mejor que alféizar) de la ventana, seguro de que nuestra relación todavía no es tan mala como para que lo arroje hacia abajo, y tranquilo al saber de que me harían falta por lo menos seis pisos más para lograr mi objetivo. Y a esa ventana me acerco para escrutar el cielo de esta semana en Málaga, ya en la cuenta atrás de mi otro objetivo: la Media Maratón de Málaga. No ayuda que en los días previos a una carrera que cada vez atrae a más gente a la Costa del Sol tengamos temporal de lluvia y viento un día sí y el otro casi que también. Así no hay forma de venderla, ni de prepararse, que esos 21 kilómetros no se van a correr solos. Y es que desde una ventana, a algunos les puede dar por intentar colarse en la intimidad de una vecina a través de sus cortinas, a ver si ve con un poco de suerte media cacha, y a otros nos da por pensar. Siempre he sido muy ventanil, y en la altura y el ensimismamiento acuden a la mente grandes temas, como la iniciativa marbellí de apoyar la candidatura del espeto a Patrimonio de la Humanidad, que le dan ganas a uno de arrojarse al vacío. La resolución del problema de los estibadores o el análisis del temible ascenso de la extrema derecha en varios países europeos lo dejamos para otro momento, que ya amaina el viento y hay que salir a correr un poco. Se ha abierto la ventana.