Las armas químicas están proscritas por la moral y la legalidad internacional, pero las nucleares no. Sobre estas sólo existe un tratado de no proliferación: quiere decir que el censo del club de los que tienen armamento atómico en condiciones de uso inmediato está ya cerrado, y no admite más socios. Sin embargo sus miembros no merecen censura alguna por el hecho de tener las armas y amenazar con usarlas. Se supone que la radioactividad pertenece a la física, no a la química, un asunto conceptual con el que temo que no podría ni siquiera un miembro tan preclaro de la escolástica como el Doctor Sutil (Duns Scoto). No quería citar siquiera a otro gran escolástico, Francisco de Vitoria, padre del derecho internacional, para no comprometer su nombre en asuntos de tan baja estofa. La ciencia de lo que sí y lo que no (la moral) no tiene condiciones de supervivencia en la era atómica.