A lo que en realidad estamos asistiendo en la política global, con la solemnidad de la extinción de una especie, es a la paulatina desaparición de los partidos políticos «a la manera de Occidente» como intermediarios entre el votante y el poder. No es casual que en Italia, donde eran omnipresentes, comenzara el deshielo, parecido al de los casquetes polares. Lo ocurrido en USA responde a lo mismo, y ahora en Francia, donde en pocas semanas su tamaño real (su relevancia en el sistema) se ha derretido como un helado en una sauna. Podríamos echarle la culpa a la tenaza entre el populismo y la autocracia, pero también podría ser al revés, o sea, que populismo y autocracia ocupen el espacio desalojado por el achicamiento político de los partidos, pues el poder no soporta el vacío. Lo que está por ver es si una democracia funciona sin estos intermediarios (hasta ahora no se conoce).