Lo ha vuelto a hacer, política de chascarrillo. Lo hacía con 24 años cuando declaró que «todo el mundo hace botellona y el que no las haga que tire la primera piedra». Con esa mezcla de nacionalismo andaluz de capilla, mantilla y casa del pueblo.

Ayer, Susana Díaz confesó que «el partido está malito». El problema no es que diga estos chascarrillos, el problema es que nadie le llame la atención. Mientras nadie le diga nada ante semejantes comentarios estará avalando su política y sus formas.

Europa está en un cambio de era, en el que partidos con ideas extremas están afianzando su posición gracias,entre otras cosas, al miedo a conservar su empleo por parte de muchos europeos. Cambios importantes y que sólo con mesura y unidad se podrán llevar a cabo. Y en estas, el diagnóstico de Susana es que «el partido está malito».

El PSOE no sabe si, como partido, aún mantiene alguna de sus letras en pie; no sabemos si es un partido o varios, tampoco sabemos si el socialismo (eso no va a desaparecer) tiene hueco en este partido de gobierno, y no digamos la validez de las iniciales de obrero y español. Ante tal encrucijada, la lideresa trianera aclara que el problema es que «está malito».

Y mientras tanto en sus alforjas lleva haber trabajado para y en el partido desde que se le conoce actividad laboral. Nada de nómina en alguna actividad lejos de la política. El logo de linkedin se vuelve rojo si entras en el currículum de Susana. Como presidenta su aval es conseguir que Andalucía siga a la cola de Europa.

Susana Díaz, aquellas botellonas nos traen estos lodos. Y mientras tanto, en ocasiones, ve malitos.