La senda es hermosa. Hay momentos en que crees estar descubriendo algo, encajonado entre el desfiladero rocoso de la umbrosa montaña con los pies en el agua. Parece que nadie haya pasado antes por allí. Pero no tardas en encontrarte con familias enteras que comparten la caminata contigo y han llegado hasta allí, el lugar llamado Los Cahorros, e incluso más allá, al llamado Vado de los patos. El Chíllar es un río corto, unos 8 kilómetros para recorrerlo, generoso en dificultad con quienes lo vadean a pie desde marzo hasta octubre, muy concurrido en verano. Es una de esas experiencias que te recuerdan que entre la Naturaleza y el ser humano hay una brecha demasiado artificial. Una brecha que conviene no agrandar para sentirse vivo formando parte de un todo que, por ello, hay que cuidar.

El río Chíllar nace a los pies de una montaña de la Sierra Tejeda, en la parte oriental de la provincia de Málaga. La montaña se llama Piedra sellada, nombre que sería buen título para cualquier novela o capítulo de Juego de Tronos. O incluso así podría haberse titulado algún capítulo de Verano Azul, ya que en Nerja se suele comenzar la ruta, en el que los chavales se hubiesen empeñado en poner la proa del barco de Chanquete del mar hacia el nacimiento del río, como cuentan narraciones legendarias que hicieron los conquistadores de América o los vikingos con sus drakares en sus depredadoras incursiones en lo que hoy es la Gran Bretaña.

Por todo ello y muchas más razones entre el civismo y el sentido común se ha colado el río Chíllar como noticia en este humilde artículo. No había reparado en casi 20 años que el título genérico bajo el que se compilan cada una de estas columnas de jueves en La Opinión es Perdidos y encontrados. Así se llama una canción del grupo mexicano Tolidos, y dicho en inglés Lost and found también se titulan otras coplas, como una canción de UB40 o un dolorido tema de Lianne La Havas. Pero al margen de cantarlo, el título se refería a la necesidad periodística de analizar lo que ocurre a nuestro alrededor para comprender y no sentirnos del todo perdidos, para ayudar a conseguir encontrarnos de nuevo a nosotros mismos. O a encontrarnos con otros que también transitan ese camino existencial por el que avanzan algunos seres humanos, tras haberse sentido demasiado pequeños y algo perdidos en todo esto tan difícil de entender. Por eso el río Chíllar.

Ayer contaba el periódico que se habían sacado miles de zapatillas deportivas del entorno del paraje natural por el que discurre el Chíllar, además de otros vestigios de suciedad. Al parecer, lo de las zapatillas es porque demasiados senderistas terminan por arrojarlas al cableado de la central que aprovecha sus saltos de agua, donde algunas quedan colgadas y otras tiradas. ¿Buscas la sensación de perderte en la Naturaleza y no encuentras nada que te devuelva más cuidadoso con ella, menos ensimismado en tu ego consumista y urbano?

Otro indicio más de que muchos de los problemas que señalamos, incluidos a los políticos, empiezan en quienes los señalamos.