El niño sabe que el calamar no es de agua dulce, pero lo elige, junto a un pececillo y una rana que venden sentada sobre un nenúfar, para colocarlos en el riachuelo de resina que compramos el año pasado. Los ha elegido en los puestos navideños del Parque. Siempre fue una tradición para mí comprar algo en esos puestos y creo que se la voy contagiando a mi hijo. Ayer montamos el árbol en casa, pero él se centró en el portal de Belén con falso musgo de ése que te lo pone todo perdido. Un portal que guardo desde que mi padre -el abuelo que apenas conoció- lo obtuvo con este periódico en una promoción hace años. Delante del portal -que venía en la misma caja de cartón que conservo reforzada con cinta de embalar- y de las figuras que daban por entregas, está ahora el pequeño estanque donde habitan, desde ayer, un calamar, una rana y un pez...

Un Junqueras, un Forn y unos Jordis

Ahora les cuento cómo fue la vuelta con el niño desde el parque, pasando por la malagueña y encendida calle Larios. Pero anteayer vi en los informativos la manifestación de unas 45.000 personas en Bruselas apoyando la salida de los presos de la cárcel. De todos no, sólo de Junqueras, Forn y los llamados Jordis, los cuatro independentistas catalanes que siguen en prisión preventiva. Mi hijo, al que le toca estar conmigo este puente, me preguntó ante el televisor si Puigdemont es malo y por eso la policía quiere agarrarle si viene a España. Me quedo a cuadros. A punto está de salirme una banda amarilla en el pecho. Lo pienso, aunque parece que no, antes de responderle. Siempre conviene pensar antes de responderle a un niño. Le digo que no es malo, incluso que no todas las personas que están en la cárcel son malas, pero han cometido delitos. Y en el caso de Carles Puigdemont -un nombre y un apellido que mi niño pronuncia como si fuera catalá-, el delito que ha cometido tiene doble responsabilidad siendo él quien debería perseguirlo -o algo así le dije-, y que eso puede generar un ambiente de todo vale y una división en sus gobernados, entre los que están de acuerdo con él y los que no, que podría provocar enfrentamientos en las calles y eso. Mi hijo me puso una cara que ya, pero...

Un Monde, un Corriere y un Frankfurter

Con lo del Frankfurter no me refiero a una hamburguesa, sino a uno de los tres grandes periódicos europeos en cuyas ediciones digitales busqué anteayer el espacio y la manera en que reflejaban la mani indepe de Bruselas. Pues en el diario alemán Frankfurter Allgemeine ni se mencionaba el asunto. La foto de primera era para la reacción palestina frente a la provocación del imposible pero real presidente norteamericano, Trump, de situar la embajada de su país en Jerusalén. Il Corriere italiano y el parisino Le Monde también centraban su atención en ese asunto, pero centímetros más abajo de clics de ratón sí reflejaban lo sucedido en Bruselas, aunque en ventanas pequeñas. Con una sociedad tan dividida como la catalana -donde una parte se ha resignado a callar mientras otra hablaba sólo catalán político, no cultural-, en el tablero europeo es donde de verdad se va a jugar esta partida, ocurra lo que ocurra el 21 D.

Una Casarabonela, una Benaoján y un Colmenar

Málaga bulle este puente, la morisca Casarabonela enciende la magia antigua de sus rondeles, Benaoján ofrece desprejuiciado su chacina serrana, Colmenar su exquisito mosto que no llegará a ser vino de los Montes, y este puente de la Constitución o de la Inmaculada -que cada España decida- sigue sin llevar agua por debajo para alegría de quienes disfrutan el presente en este fin de semana, pero para preocupación de quienes no disfrutan si ven amenazado el futuro que será el presente de sus hijos. Y mi niño y yo, para no caminar atascados entre el gentío que iba y venía sin regla alguna -como sigue caminando la gente por la calle Preciados de Madrid, trampeando por las calles adyacentes por mucho que la querida Carmena se empeñe en ordenar el sentido del paso- nos salimos de la acera para atajar por los senderos interiores de un lateral del parque. Y qué lástima...Un petardo, un cartón y una lata

Lo último que habría querido es tener que caminar con el niño por esos bonitos caminos claroscuros pisando basura reciente. Familias completas sentadas en los bancos y grupos de adolescentes ocupando los parquecillos infantiles o acomodados en el suelo con la espalda contra los árboles, tiraban pequeños petardos y bombetas y arrojaban las cajitas vacías al suelo como si también fueran a explotarles en la mano. Merendaban y arrojaban los envases vacíos, los envoltorios de plástico, las latas de cerveza como si fuese necesario alfombrar la tierra húmeda del ocaso de diciembre. Y luego la calle Larios, atestada con toda esa gente que se para para..., sí, que se para para hacerse un selfie y luego otro y otro. Y el niño que cuándo vamos a llegar. Y Feliz Maratón mañana... Porque hoy es sábado.