Manda cacahuetes. O mejor dicho, manda avellanas (como decimos en Andalucía cuando nos referimos al también denominado maní o arachis hypogaea). Habrá que especificar, no vaya a ser que como en la serie televisiva La Peste, válgame Dios, tenga que salir al paso la mismísima presidenta de la Junta, Susana Díaz, para justificar nuestra forma de hablar o de expresarnos.

Esta pasada semana hemos asistido atónitos, de ahí las avellanas, a más de un titular deportivo. En una semana marcada en la Costa del Sol por la celebración de una nueva eliminatoria de Copa Davis en Marbella, empezaremos por el tenis. Rafa Nadal nos sorprendía tras su retirada en cuartos de final del Abierto de Australia con su reiterativa queja sobre el calendario de la ATP: «Los que mandan en el circuito deberían pensar en la salud de los tenistas».

Vaya por delante nuestra extraordinaria admiración por el mejor deportista español de todos los tiempos, por la figura humana que va más allá de sus 16 títulos de Grand Slam. Pero manda narices que pronuncie esas palabras quien ocupa el número 1 del tenis mundial y, próximo a cumplir 32 años, acumula ya cerca de 100 millones de euros en premios. Su dilatada a la vez que precoz carrera profesional no ha podido ser más fructífera. A mí me daría vergüenza ajena tener que escuchar, máxime si tuviese a mis espaldas tal palmarés, una respuesta como la que días atrás la propia ATP: «No hay más lesiones, es un porcentaje similar al de años anteriores. Lo que sucede es que dentro de ese grupo de lesionados ahora hay más jugadores de las primeras posiciones».

La maldita hemeroteca nos lleva a mayo de 2011. Ya por entonces se quejaba Nadal del calendario: «Es mi noveno año en el circuito. Tengo casi 25, pero parece que llevo 100 años jugando». Quienes hemos tenido la suerte de amar desde dentro este deporte hemos podido crecer tenísticamente a golpe de intentar emular, aunque fuese de lejos, el sacrificio físico y mental de Rafa. Pero también hemos sido muy conscientes de que el modelo a seguir, técnicamente, era el del suizo Roger Federer. Desde la pasada década teníamos muy presente que, a pesar de la diferencia de edad entre los dos grandes colosos de la historia del tenis, el helvético tendría una trayectoria bastante dilatada por su forma de hacer enormemente fácil hasta lo más complejo de este deporte. Sin embargo, a Rafa le augurábamos un futuro más complicado. Sus éxitos estaban basados, en la mayoría de ocasiones, en llevar hasta el extremo el desgaste físico. Y sí, evidentemente, el calendario se le hacía de esa forma casi interminable.

Federer lo decía recientemente. Tras su vigésimo título grande, el que ayer agrandó su condición de mito en activo, vuelven a resonar sus palabras aún con más fuerza. El reciente problema de las lesiones no se debe al calendario, como sostiene Nadal. Es un problema de edad. En este caso sí que pesan los años. «Hace muchos años, los jugadores se retiraban con 30 años. Edberg, Sampras... era normal con 29 ver a alguien retirarse. Ahora, todos esperáis que juguemos hasta los 36 y se preguntan cómo es posible que con 31 alguien se lesione cuando es algo lógico. Todo, creo, es debido a la edad», expresaba el suizo.

Quejarse cuando uno está en la elite del deporte, cuando puede disfrutar de determinados privilegios imposibles para el resto de los mortales, no está bien. Es una forma como otra cualquiera de alejarse de sus fieles incondicionales. Que le pregunten si no a Fernando Alonso.

Dejemos para otro día lo de las 24 horas de Daytona y volvamos a las avellanas del principio, a esos titulares imposibles. España, más concretamente la ¿Liga de Fútbol Profesional? (entre interrogaciones, sí), incorpora a nueve futbolistas de Arabia Saudí a cambio de... ¡Dinero! De diez millones y olé. Leganés,Villarreal y Levante, de Primera; y Sporting, Numancia, Rayo Vallecano y Valladolid, en Segunda, han incluido ya en sus plantillas al ramillete de jugadores saudíes en base a un acuerdo internacional.

Menos mal que el convenio no acarrea la obligación de sumar un mínimo de minutos, porque si llega a ser así: «Apaga y vámonos». Queremos presumir de tener en nuestro territorio la mejor liga planetaria y ni de lejos es digno de tal competición un trueque de este tipo. Cómo se le puede explicar a un canterano del Villarreal o del Levante que su puesto en el primer equipo se lo arrebata un saudí. ¡Manda avellanas!