El acongojado fugado

Mientras la profesora de la Universidad de Copenhague M. Wind rebatía una por una las falacias del personaje, éste, situado solo a un par de metros de ella, bajaba la cabeza como un niño al que le están leyendo la cartilla, pareciendo encogerse paulatinamente conforme oía el torrente de verdades, hechos y explicaciones sobre los principios básicos de lo que son los Estados de derecho y el cómo debe ser la conducta de los políticos para conservar y afianzar la democracia, los derechos de los ciudadanos y evitar una balcanización de Europa.

Quizá el acongojo del personaje, que no acojonamiento pues ya ha demostrado muchas veces su gran valentía, fue lo que le impidió que contestara a la profesora utilizando el lenguaje de algunos ‘Jordis’, ‘Lluises’ y otros separatistas, llamándola «puta barata», «fascista», «cerda» y «carroña» que merecía una «violación en grupo» y un «tiro en la cabeza».

No empleó ese culto e ingenioso lenguaje, solo calló cabizbajo. Ese significativo silencio fue propio del que calla, otorga.

El personaje empieza a asumir que es un fiambre político, por mucho que Roger pretenda reanimarlo con un boca a boca en alguna que otra visita, por supuesto, pagada de su bolsillo, y con independencia de si se queda en Bruselas, como si aparece en la plaza de San Jaume camuflado dentro de un ataúd. Eso sí, con el peinado a modo de peluca muy arregladito.

Juan Fernández Sánchez.Málaga