'La dictadura del ruido, por Plácido Cabrera Ibáñez

Recientemente se ha publicado el libro La fuerza del silencio, escrito por Nicolás Didat, que recoge las entrevistas realizadas al cardenal Robert Sarah. En su epílogo escribe que «ha llegado el momento de rebelarse contra la dictadura del ruido que intenta hacer pedazos nuestro corazón y nuestra inteligencia. El recuerdo de nuestra precariedad es demasiado insistente, así que procuremos hacerlo callar». Porque «sin silencio no hay descanso, ni serenidad, ni vida interior». El objetivo de este libro se encuentra resumido en este pensamiento: «El silencio cuesta, pero hace al hombre capaz de dejarse guiar por Dios». Uno de los problemas del ateísmo contemporáneo «consiste antes que nada en una errónea interpretación del silencio de Dios ante las catástrofes y los sufrimientos de los hombres. Si el hombre solo ve en el silencio divino una manifestación del abandono, de la indiferencia o de la impotencia de Dios. El silencio de Dios no puede comprenderse sin la perspectiva de la vida eterna». Como hizo Pascal «hemos de apostar por la eternidad». El tiempo de Dios es diferente al nuestro, para Él, «un día es como mil años» (2P 3, 8). Nos deja sufrir brevemente antes de salvarnos para toda una vida. ¿Quién se quejaría del cirujano que, con una operación dolorosa de dos horas curara a un enfermo para siempre?». «La verdadera revolución procede del silencio. Todas las personas sensatas admiran el silencio; todas están convencidas de su utilidad; pero casi nunca quieren dar un paso más. Ahora que los medios de comunicación casi han alcanzado la cumbre de rapidez y una amplitud sin límites, nos hallamos al mismo tiempo en el punto más bajo de falta de significación de las comunicaciones. Ya dijo Solzhenitsyn que, si existe el derecho a la información, también existe el derecho a no ser informado».