El 8 de marzo hubo huelga feminazi, una charlotada que pasará a la Historia por ser una prueba de lo que realmente es la mujer del Siglo XXI. Pantone define una extensa paleta de 1.114 colores, una riqueza cromática que convierte el morado podemita en una elección desacertada para ilustrar una reclamación apolítica en la que se aborregaron todas las mamarrachas bajo un halo antisistema que no consiguió ni siquiera aunar las demandas en un manifiesto único. Hubo ejemplos reales y televisados de ello.

El pasado jueves se le prohibió al alcalde participar en la manifestación so pretexto de ser persona non grata para estas lides. Hoy no es tu día, le dijeron con su vocecita chillona y prepotente. Todo muy incorrecto y sesgado. Algo parecido le pasó a Begoña Villacís, a quien recibieron al grito excluyente de fuera la brecha, fuera la derecha. Típico de comunistas izquierdosas, que es lo que en el fondo quieren ser estas majaderas. También he visto mujeres a la puerta del Ayuntamiento de Marbella cantando si el Papa estuviera preñado el aborto sería sagrado. Son tan estúpidas y faltas de imaginación que se inspiran en los tiempos del nosotras parimos, nosotras decidimos. Por lo menos no rebobinaron hasta Lisístrata.

Las mujeres también tiraron de clásico cuando los piquetes, o las piquetas, entraron en Primark entonando aquello de la talla 38 me aprieta el chocho. Ahora será culpa de los hombres que una tía loca de talla 46 quiera embutirse en un tallaje imposible. Hace falta ser imbécil, como las machirulas con pinta de boyeras que irrumpieron con violencia en la universidad, golpeando las puertas de las aulas, empujando y agrediendo a profesoras, ofendiendo a las alumnas en vez de acatar el derecho a no secundar su circo ambulante, haciendo pintadas del tipo ´la purga ha comenzado´ o ´muerte al macho´. Y qué me dicen de la nota de prensa del Teatro Real. Tuvieron que modificar el programa por culpa de la huelga ya que carecían de personal técnico suficiente para llevar a cabo la representación con la calidad y garantías necesarias. Un disparate, un ridículo de eco planetario gracias a la incultura de las huelguistas.

Es que no entiendo muy bien a estas mujerzuelas reivindicativas. Eligen de guía espiritual a esa navaja suiza llamada Leticia Dolera y la convierten en la Willy Toledo del feminismo. Creo que eso demuestra todo lo que cabe esperar de la lucha contra los hombres. Campo de nabos, Dolera dixit.

Querida lectora, hoy, haciendo un repugnante y por desgracia extendido ejercicio de tergiversación, he cogido el rábano por las hojas, la parte por el todo. He hecho lo que cualquier radical, lo que cualquier fanática. He generalizado los ejemplos más esperpénticos de la huelga y he manipulando la realidad para llamarle a usted prepotente, mamarracha, tía loca, imbécil, majadera, borrega, antisistema, mujerzuela, violenta, feminazi, inculta o boyera. Supongo que a medio artículo ha echado la bilis, y con razón. Pues ya sabe usted cómo me siento cuando la creciente y más desquiciada rama del feminismo me mete en el mismo saco con violadores, acosadores, misóginos, machistas, cabrones, asesinos, abusadores, esclavistas o maltratadores.

Ni la suya ni lo mío son la realidad, y ambos lo sabemos. Los millones de buenos hombres deben y tienen que entenderse y consensuarse con otras tantas magníficas mujeres. Mujeres con pundonor, empoderamiento y derecho que salieron a la calle para exigir una equiparación real y tangible. Mujeres tan dignas de admiración como las que no se sintieron representadas y optaron por no sumarse a la convocatoria, bien porque son felices con la plenitud de su vida, que las hay, y muchas, o bien porque no les salió de donde aprieta la estrecha talla.

La dignidad y el amor propio, como usted ha comprobado, son denominadores comunes de ambos sexos. Me parece un buen punto de partida para unirnos desde el respeto y que, de una vez por todas, el mundo no se pare y avance en igualdad. Va siendo hora de hacerlo posible entre todos, porque ya llegamos más de mil años tarde.