Llora, que es normal Paco. No habrás vivido tú momentos chungos como el del jueves, igual que habrás derramado lágrimas de alegría con algún que otro ascenso o con los goles de la reciente (pero que hoy parece historia antigua) temporada en la Liga de Campeones.

Con la empatía que produce seguir a un equipo humilde, de esos que en circunstancias normales no ganará una Liga o no llegará lejos (¡ay, Dortmund!) en una competición europea, me atrevo a dedicarle unas líneas a alguien a quien no conozco personalmente y con el que, a lo sumo, me habré cruzado dos o tres veces en La Rosaleda. Francisco Martín Aguilar se convertía en la imagen del descenso la noche del pasado jueves. Sin quererlo. Le salió al hombre todo el agobio en un llanto cuando se creía a salvo en el autobús, pero las cámaras no dan un respiro ni para eso, pero es que el fútbol no entiende de sentimientos, y con la misma crudeza que acerca a un equipo a la gloria de la competición europea, en el mismo minuto, a la misma hora, condena a otro a volver a una división que hace diez años abandonó y que a nadie se le pasaba por la cabeza que fuera a volver a conocer, o al menos tan pronto. El Málaga CF está en Segunda División de forma más que merecida. No ha estado fino mi paisano José González en cada intervención que ha hecho antes o después de un partido en los que se ha referido a

merecimientos del equipo o a justicia del fútbol (como si el fútbol fuera justo). Es imposible encontrar un momento de toda esta liga en la que el equipo haya dado síntomas de merecer la permanencia, de la misma forma que es imposible encontrar un equipo al que se pueda señalar claramente como peor que el conjunto blanquiazul. Así de duro, pero así de cierto. Pero es que solo con esta crudeza se puede ser consciente de lo dífícil que es estar en Primera, y de lo complicado que es volver.

Pide perdón Martín Aguilar por ese momento de debilidad, por no haber estado a la altura, y hace mal. Porque llorar por lo que uno quiere es más que humano. Mucho o un poco, o lo necesario para secarse las lágrimas y mirar hacia delante, esperando que las próximas sean de alegría el año que viene, o cuando sea, porque con el fútbol nunca se sabe. Llorar hoy, para volver a llorar mañana. Eso es querer a un equipo. Dar los buenos días es educación, pero no es amor a unos colores. Claro que #Volveremos.