Quién me iba a decir a mí, que con lo pesado que es y lo poco que me gusta comentando, iba a estar de acuerdo con el gran extenista pero insoportable comentarista Álex Corretja. Ni de Corretja... ni del Real Madrid, y hete aquí que son dos de los protagonistas de un hecho bochornoso ocurrido el pasado jueves en la Caja Mágica, sede del Masters de tenis de Madrid, ese sitio donde casi que lo del menos es el tenis y la gente viste gorritos absurdos y está viendo partidos y partidos desde el mediodía y hasta que se tercie, y ya si eso que vaya otro a trabajar. Pues resulta que el director del torneo es ni más ni menos que Manolo Santana. Uno de nuestros pioneros en el deporte de la raqueta, el que abrió la senda de la victoria para que después vinieran Sergi Bruguera, Carlos Moyá o el mismísimo Rafael Nadal (¡oh, Rafa!) para triunfar cada uno en su época. Pues Santana, que todo hay que decirlo, está mayor, recibía en su torneo un caluroso homenaje sobre la tierra batida de la cancha con motivo de su 80 cumpleaños, homenaje al que se sumó Emilio Butragueño (otro grande, el Buitre) con un par de regalitos para el excampeón español porque, sorpréndanse, Santana es del Madrid. Lo era cuando ganó la final del torneo londinense con un escudo de su equipo cosido en el polo y, obviamente, lo sigue siendo ahora. Pues hubo pitos. Para Butragueño y para el que equipo del que es seguidor el cumpleañero. Pitos a los que tuvo que responder Corretja, maestro de ceremonias micrófono en mano, pidiendo respeto al homenajeador y al homenajeado, terciando con un «lo cortés no quita lo valiente» y pidiendo aplausos al público. Un culé, pidiendo a la gente que aplauda a la camiseta del Madrid. Puede parecer un contrasentido y, sin embargo, no es ni más ni menos que el sentido común necesario para hacer frente al catetismo más casposo que preside el mundo del deporte de nuestro país los últimos años. ¿O esos que pitaban el jueves iban también a pitar a Nadal, que es más blanco y merengón que el Bernabéu? Pues quizá también, vistas las críticas que recibió por ir hace unos días a ver un partido del Atlético de Madrid con una bufanda al cuello. Si gente como esa es incapaz de entender cómo respetar con silencio o con un tímido aplauso indiferente, el cumpleaños de un anciano, estaría encantado de ir al cumpleaños de su abuelo para hacerles sentir el bochorno que pasamos muchos el pasado jueves.