Me empieza a preocupar más, mucho más, que la proliferación de medusas, que la Gerencia de Urbanismo de Málaga, que la limpieza urbana, que los apartamentos turísticos, que los mamarrachos que despiden solterías, que la nata de las playas, que la sombra sea un lujo, que las terrazas y veladores, que las bicicletas y patinetes haciendo zig-zag por las aceras. Me empieza a preocupar más, mucho más, que el tráfico y los monólogos de tres cuartos de hora en los que me pregunto cómo es posible que, para determinados trayectos en esta ciudad, la ruta recomendada (y a veces, la única ruta) pase por Bilbao y San Sebastián; empieza a preocuparme más que los juguetes vestidos de ONU que le montan a concejales que ni salen ni entran, que la inminente Feria, que lo que diga Paco, o lo que Paco no diga o lo que Paco ni una cosa ni la otra; me empieza a preocupar más que lo poco que llaman la atención los puteros de la Junta, al descorche con el dinero que nos sangran a todos y, especialmente, a quienes más lo necesitan, y que los escándalos del Susanismo ya se han pasado la pantalla de cifras y si acaso generan una leve - casi inapreciable- decepción; bastante más que el nuevo recorrido oficial de la Semana Santa, y que si Casado es la nueva esperanza de lo liberal en lo económico y lo Spagnolo en lo social.

Me empieza a preocupar que se rebatan la separación de poderes, la presunción de inocencia, la necesaria independencia judicial, los tipos penales garantistas, la necesidad de la defensa letrada cuando la culpabilidad ya ha sido declarada en el pilón. Me preocupa el desdén a la Constitución, la policía del pensamiento y del por si acaso. Me preocupa, cuarenta años más tarde, rascar la pintura y que salga, de nuevo, totalitarismo, pero con nueva fórmula y envase renovado.