La corrupción es un fenómeno con muchas variantes y grados de implicación, además de requerir un caldo de cultivo social, y no se puede pedir a una película que en dos horas la analice y de cuenta de ella. Pero justamente el acierto de El Reino es no intentarlo, y quedarse con el estilo de una corrupción política en un tiempo preciso. El estilo de algo no es la cosa, pero sí la forma de estar la cosa, y muchas veces basta para explicar las motivaciones del que lo desarrolla, y hasta el espíritu que lo preside (el alma de la cosa). Al propio tiempo el estilo refleja los valores de su portador, o sea, lo que para el vale y lo que no, y el entorno social que valida lo que para él vale. Si añadimos que el lenguaje cinematográfico de esa fábula sobre el estilo de cierta corrupción política en España es de muy alto nivel, al igual que los actores, ya queda hecha la recomendación.