El alcalde de Málaga, Don Francisco de la Torre (Paco, Paquito, Paco) ha logrado la cuadratura del círculo al desvelar uno de los grandes misterios de la Humanidad. Atención: El remedio contra el ruido en el centro de una ciudad, según el regidor, radica en que los españoles hablemos bajito. Chúpate esa, Stephen Hawking. Lo cierto es que la ocurrencia no sorprende viniendo de alguien que a los 74 años se cayó de una bici promocionando el circuito del Skate Park y no dijo ni pio, por lo menos frente a las cámaras, aunque siempre lo imaginé ovillado en la parte trasera del coche oficial echándose Reflex a cascoporro en las posaderas y gritando como un poseso. Pues eso.

El poder y el silencio siempre han hecho buen maridaje, o si no que se lo digan al ex juez Garzón y sus audios. Mejor estar callado y parecer lerdo que hablar y confirmarlo. Ahí tenemos de ejemplo a Susana Díaz, que ha puesto la primera piedra de un súper hotel a construir en la Costa del Sol. La escena estaba descuadrada, sobraba algo, y es que ver a la presidenta de la Junta doblando el lomo con pico y pala quedó raruno y fugaz, pero no tuvo precio. Tan anómalo y fingido fue que ni hizo ruido al cavar. Susana clavó la pala, la puntita nada más, que conste, y depositó la grava con la ternura propia de quien remueve sopa perota de Álora o entierra a su vecino en el jardín. Tan lejos estaba de su papel habitual que ni siquiera piropeó a uno que pasaba cerca del andamio. Tienes un culito como para darte una Consejería, podría haber dicho. Todo muy teatralizado, y sin hacer ruido. El clamoroso ruido del cabreo de los marbelleros por la necesaria terminación del Hospital Comarcal o la dotación de nuevos centros educativos. Pero huyo de la demagogia. Ese nuevo hotel, mezcla del esfuerzo de dos líderes mundiales del sector, traerá muchos puestos de trabajo, y eso, en los tiempos que corren, es muy de agradecer en la zona. Lo celebraremos susurrando vivas a la hostelería. Las penas, con hamacas, son menos.

Así que ya saben, cuando estén de parranda procuren bajar la voz. Se reparten licencias para bares, fomentan la instalación de terrazas, inundan los centros metropolitanos con lugares de esparcimiento, pero eso sí, para ser disfrutados en silencio, en plan juerga loca cisterciense. Olviden su españolidad, el griterío y la algarabía, la alegría de vivir, la fiesta de haber llegado al final de otro día. Amordacen a sus hijos chillones y háganse los suecos. Menos para pagar la cuenta, claro.

El silencio. Ah, el silencio. El silencio puede ser unas vacaciones sin teléfono, una isla desierta, una espera sin alertas, el instante previo a la pequeña muerte, lo que no arranca ni el viento, el eco de la nada, la tranquilidad absoluta, lo que no tiene precio, la búsqueda continua del yo, el cine de Chaplin, un buzón de sugerencias, un punto final, el velatorio por el amado, la siesta de un niño. Pero el silencio, ah, el silencio, también puede ser un pueblo narcotizado y sumiso, que calla por vagancia y costumbre, que enmudece por aceptar lo inaguantable, que se amilana por desidia ante el hartazgo, que traga una y otra vez las sobras que el poder le tira por el embudo del sesgo establecido, que se diluye en escaños usados para sí con la voz prestada por otros. Un pueblo que no se rebela porque no es consciente de la queja útil, incluso dudo que sepa que tiene voz, o que recuerde el sonido de la misma. Un pueblo que, con tal de no soportarse, sube el volumen de lo innecesario y lo fútil, y así todos contentos van pasando los días. Son amagos de silencios con un runrún casi imperceptible, mar de fondo. Como la marabunta cuando bisbisea.

El único ruido que importa a un gobernante es el que hace tu voto al caer en la urna. Después de eso, silencio por favor, que la obra va a empezar. No levantes la voz, que molestas. Pregúntele a un político por cómo va lo suyo, lo del arreglo de su calle, lo de la falta de colegios, lo del empleo precario, lo de una sanidad indigna, lo de los impuestos abusivos, por la corrupción y por los miles de ineptos enchufados a dedo. Entonces, y sólo entonces, descubrirá usted lo que es el silencio absoluto.