El tiempo narrativo es connatural al relato como lo es a la propia vida. Toda historia implica un antes y un después, un paso de un período a otro. Aunque los hechos narrados sean presentes, no han aparecido de la nada, sino que emanan anteriormente de otras coyunturas que se han vertido en esta eventualidad actual.

Parafraseando a mi apreciado Alessandro Baricco en su obra Océano mar, varios municipios de la comarca de Antequera, Serranía de Ronda y Costa del Sol oyeron un trueno incesante de un temporal hijo de quién sabe qué cielo. No se detuvo un instante. No conoció el cansancio. Ni la clemencia. Cuando lo recordamos, no nos damos cuenta de todo el estruendo que hizo. Pero en la oscuridad, en la madrugada temerosa€ Todas estas pocas horas infinitas se convirtieron en un grito extenuante y cegado. No se pudo apagar el temporal cuando ardió en la madrugada del pasado domingo.

Una gota fría con casi 400 litros en 24 horas, considerada ya como la mayor tromba de la historia catalogada en Málaga, entumeció a más de 5.600 afectados y vuelve a plantear, pese a su excepcional aparición, muchas cuestiones a solventar. Así, los agricultores de Asaja Málaga ya alertaron hace apenas una semana de «la falta de limpieza en algunos cauces de río y las nefastas consecuencias que podrían conllevar», suponiendo el desbordamiento de éstos uno de los principales problemas para las instalaciones agrícolas y agroindustriales de la zona. Esta organización reivindica a las administraciones un mantenimiento periódico de los cauces para evitar enormes daños y la creación de infraestructuras que ayuden a acumular recursos hídricos.

Como nos advierte Julio Cortázar: «Sería como vivir sujeto a un pararrayos en plena tormenta y creer que no va a pasar nada». Prevengan la declaración «zona catastrófica».