Deben ser las mismas que se hace cualquier regidor que apueste por el progreso y crecimiento de su ciudad sólo que unas veces las cuentas salen y otras no. En Málaga, hasta ahora, las cuentas han salido. Las opciones eran dos, repartir peces o cañas de pescar. Tanto una cosa como la otra tiene un coste, ni los peces son gratis ni las cañas tampoco, pero puestos a elegir siempre será mejor gastar el dinero público en fomentar el crecimiento económico y que cada cual pesque a su antojo. Estas son las políticas que impulsan el desarrollo económico, lo contrario, ya se ha encargado la historia de demostrar, conlleva al empobrecimiento de aquellos territorios donde se aplican.

Dicho de otra manera, las cuentas salen cuando el gasto que se hace en una ciudad para atraer inversión, ya sea a través de capital privado que ponen sus miras en nuestra ciudad o directamente por el foráneo que nos visita, tiene un retorno mayor del dinero, público, que en su día se destinó a crear ese polo de atracción.

Y al alcalde le han salido las cuentas. La transformación de la ciudad, la apuesta cultural, tecnológica y de embellecimiento de nuestro centro histórico ha dado sus frutos, el retorno es evidente. En Málaga se crea empleo porque hay actividad económica, y la hay porque la ciudad está de moda, y lo está porque el modelo de ciudad ha sido exitoso. Aunque la oposición no quiera verlo, o mejor dicho reconocerlo, sólo hay que echar la vista atrás veinte años y comparar la Málaga de entonces y la de hoy.

Y en esas cuentas estamos cuando la Universidad Católica de Murcia apuesta por Málaga y el alcalde vuelve a hacer sus números de los que, por lo visto hasta ahora, te tienes que fiar. Eso dice el sentido común excepto el de una oposición temerosa a que la UCAM vuelva a ser otro revulsivo para la ciudad, atraiga estudiantes de fuera, genere un valor añadido en la zona a implantar y contribuya a un mayor crecimiento económico de la ciudad.

Una vez más, sí o sí, hay que reventar el proyecto. Eso se les da bien, tan bien que cuando no hay argumentos siempre habrá hipocresía. Tanta como justificar la negativa por unos supuestos comentarios machistas o xenófobos de algún profesor de la UCAM que, de ser cierto, merecen tanto reproche como los de la ministra de Justicia cuando llamó 'maricón' a su compañero de gabinete. Ambos merecen ser reprobados pero lo cierto es que hasta la fecha nadie de la oposición socialista en la casona, por coherencia, ha presentado moción alguna pidiendo la dimisión de la ministra. Nuestra ciudad no debe verse privada de esta nueva oportunidad de progreso, y menos aún cuando el único argumento que subyace entre los que se oponen es el temor a que al alcalde vuelvan a salirle las cuentas.