Cruzo el puente de la Esperanza camino hacia un reencuentro con un Perchel mixtificado de moderno y escucho, en el curso bajo de un Guadalmedina expectante, un murmullo sorpresivo y alterado por el desconcierto provocado con los resultados de las elecciones andaluzas, los cuales han desencadenado un sinfín de interpretaciones de las más diversas índoles y no menos sonrojos para unos y regodeos para otros.

Estos días decembrinos vienen perfilados por la palabra puente, utilizada para nombrar a la estructura que permite atravesar un curso de agua, un abismo u otro espacio. Esta acepción, como bien saben, tiene otros usos del concepto; en una embarcación, se le conoce como el espacio donde se alojan los dispositivos de control; también se denomina puente a las fechas que unen dos o más días feriados o no laborales y a la conexión la cual permite a un circuito eléctrico seguir funcionando tras un corte.

Inmersos ya en uno de esos puentes - 40 años de Constitución e Inmaculada-, los malagueños proyectamos una mirada de espectador inquieto al otro puente, el de la conexión. El mapa político andaluz se ha visto agitado de una forma súbita y los partidos en condiciones de pactar se hallan negociando estrategias para la toma del palacio de este invierno, San Telmo, sede la Presidencia de la Junta de Andalucía.

Parafraseando a Julio Cortázar en Libro de Manuel, en la contienda entre formaciones por erigir puentes vinculantes para alcanzar el mando del Gobierno andaluz, deben recordar que éstos no son efectivos mientras no los crucen los ciudadanos. Un puente es un ser cruzando un puente. Estos pontones no deben ser ni frágiles ni transitorios pues de lo contrario terminaríamos colgados, de nuevo, sobre otro despeñadero, ya que estas pasarelas no se sostienen de un solo lado. Feliz aniversario Constitución.