Pasó el tiempo de la euforia, de los abrazos, besos y requiebros políticos amorosos; pasó el tiempo del jaboneo, de las aclamaciones y de las sonrisas caballunas, en modo profidén. Pasó el tiempo de la dificultosa cacería de voluntades políticas independientes, tal cual hizo Juan Marín de Ciudadanos, para calzar con calzador a su equipo de gestión y pasó el tiempo del PP andaluz, con sobrados aspirantes, con el presidente Moreno haciendo equilibrios para no pisar callo alguno a Génova, ya sabe, por aquello de los 'sorayos' y los 'casadistas'. Pasó casi todo y ya hay Gobierno. La inyección de moral que para Pablo Casado ha representado la presidencia de Moreno, pese a haber obtenido los peores resultados de la historia, con 300.000 votos menos y bajada de 14 diputados, le permite gritar: «aquí mando yo»; en Andalucía, se refiere. Y el «sin complejos», a callar. El presidente Moreno se le puede subir a las barbas de Casado, si no lo ha hecho ya, con el nombramiento de alguno (a) de sus consejeros (as).

Ahora, digo, toca gobernar y es de justicia darle 100 días para ver cómo desbroza Moreno las propuestas que ha hecho y calibrar su cintura para los necesarios quiebros a los dirigentes de Vox, partido ultra que buscará en Andalucía una elevada cuota de populismo para mantener la tensión informativa, algo que manejan a la perfección sus feroces líderes, con el apoyo de cierto sector mediático, a la perfección y de mil maneras. No está demás repetir, una y mil veces, que Vox ejercerá de Gran Hermano de Orwell, con su enorme ojo vigilando hasta los más recónditos pensamientos de gobierno de Moreno. El ojo inquisidor de Vox no duerme y si no lo creen que se lo digan a la recién nombrada consejera, la onubense Rocío Ruiz, de la que han pedido a Moreno su dimisión y prevén repudiarla. Rocío Ruiz, tocada en su dignidad con un arrepentimiento vergonzoso. Y todo porque en el año 2013 criticó la Semana Santa a la que tildó de espectáculo vacío, vanidoso, populista, tenebrosa y medieval. ¡Ahí es nada! PP y Cs gobiernan, pero Vox, el Gran Hermano, es y será el feroz guardián que velará por las esencias de una España (Andalucía) antigua, torva y revanchista; la que ganó la guerra y no perdonó a los vencidos, la que está llamada a privatizar la educación pública y la sanidad universal.

Dicho lo cual (100 días de expectativas por delante) el presidente Moreno, además de autorizar lo más fácil: una auditoría, tendrá que sobar la lámpara de Aladino y que los andaluces, quienes les votaron, vean que no era broma electoral, por ejemplo, la bajada masiva de impuestos (BMI), tan cacareada o que inicia los pasos para cumplir otra promesa estrella: crear 600.000 puestos de trabajo o convertir, no se sabe cómo, la Memoria Democrática por una Ley de Concordia. Tajo tiene por delante, otra cosa es qué hará y qué le dejará hacer Vox, con papel fundamental a la hora de aprobar lo que puede ser su primera prueba de fuego, el Presupuesto de 2019.

No parece, sin embargo, que Moreno vaya a mover muchas piezas antes de las elecciones locales del 26 de mayo próximo. El presidente andaluz no quiere sacar los cuchillos para cortar derechos sociales, ni introducir los cambios que se avecinan en sanidad, educación y presión fiscal; no tomará medidas que saquen de su pesado letargo a votantes de izquierdas que se quedaron en sus casas el 2-D. En estos meses, Moreno con la benevolencia de Marín, baldeará un poco la casa, le dará un toque de barniz, pero no entrará a saco y evitar la acreditada amenaza de que viene la derecha, la derecha más dura. Todo menos levantar las huestes de izquierdas que se lamen las heridas de una batalla donde no hicieron acto de presencia.

No me resisto a escribir sobre Elías Bendodo, trabajador incansable, frente a la acreditada flojera de Moreno, y que será la piedra angular del edificio político que quiere la derecha levantar en Andalucía. Bendodo, un todo terreno, capaz de acercarse a la izquierda razonable (véase la Memoria de La Térmica) y de extrema dureza para con sus enemigos, con puño de hierro enguatado con lana, será quien esté en la sala de máquinas. Será el Gaspar Zarrías de la derecha, capaz de liarla parda si se trata de conservar el poder. Al tiempo.

Unas palabras para el pueblo de Totalán y los cientos de personas que han movido toneladas de solidaridad. Esta sociedad no está muerta y ha respondido con la generosidad ante tamaño drama, el niño Julen. Hemos seguido, sobrecogidos en el espíritu y con tomentosa ansiedad, lo sucedido. Sólo sobró un personaje ya habitual donde hay una tragedia humana, Juan José Cortés, que montó un show evangelista, con cantos, palmas y protagonismo innecesario del hombre del PP partidario de la pena de muerte.