Tener conciencia visible, una especie de evisceración de la mente, es privilegio reservado al Imperio. Hollywood es la conciencia de USA y por esa misma voluntad imperial aspira a serlo del mundo (en parte lo es). Buena conciencia y mala conciencia, entendámonos, lo propio de una conciencia verdadera. Es una conciencia que habla inglés, piensa en inglés e imperializa en inglés, pues así es la cosa. Un filme nacido en el claustro mental de una lengua no inglesa puede aspirar al premio a la mejor película en lengua no inglesa, pero no al premio a la mejor película. Se trata de un muro que protege las fronteras del Imperio, como el pétreo de Adriano defendía de los pictos la provincia romana de Britannia. El muro de Trump es una cosa zafia y circunstancial, de los cuerpos, no de las mentes, razón por la que es despreciado en la Academia por los guardianes del muro de verdad.