Vuelvo a casa de mi amigo, que me presenta satisfecho unos folios manuscritos, con caligrafía de otro tiempo, elegante y al mismo tiempo urgente.

-Me has tenido atareado con tu ocurrencia de la garra visible -me dice, los ojos chispeantes de ilusión-, y he precisado un nuevo concepto por parte de los hambrientos de oro para captar cada vez más beneficios y anular la información que la sociedad tiene del hecho económico: dotar de visibilidad a la mano invisible, que sepamos hasta la saciedad de su poder y su ansia desmedida. El mercado ya no es invisible, ahora está omnipresente y su mano se ha convertido en una garra que lo quiere todo y a la vista de todos: es la garra visible.

Me siento (es un decir) sobre dos hileras de tomos apilados de la Enciclopedia Espasa. Es cuando me doy cuenta de que mi amigo no tiene mobiliario, los libros hacen esta función. Lo demás le sobra.

-La garra visible ha surgido por tres factores: la globalización de la economía, la deslocalización de la producción y la desregularización de la actividad económica. Estos hechos han engendrado las llamadas corporaciones, empresas multinacionales (mejor sería llamarlas multicontinentales) que engloban infinidad de empresas, ramas industriales y agrícolas bajo el único prisma de conseguir el mayor beneficio posible. Como las corporaciones son entes y no personas, nadie puede demandarlas; es decir, puedes meter en prisión al presidente de una empresa, pero no a la empresa en sí, que seguirá su actividad. Antes, presidente o dueño de empresa era prácticamente lo mismo, pero en la actualidad las empresas son controladas por corporaciones, que a su vez dan beneficios a fondos de inversiones, otro ente abstracto detrás del cual se desconoce quién o quienes están (puede darse incluso la paradoja de que un trabajador confíe sus ahorros a un banco que a su vez los ponga a rendir en un fondo de inversión cuya cúpula decida que la empresa donde trabaja el ahorrador ha de cerrarse). Corporaciones y fondos de inversión son, pues, entes omnipresentes, todopoderosos e impersonales; estas estructuras conforman la garra visible, descaradamente ambiciosa y llena de codicia, el resto de cuyo cuerpo queda en la sombra.

-Es genial.

-¿Por qué no sabemos más de la garra visible? Es decir, ¿por qué solo sabemos que existe? La creación de un argot económico ininteligible para la sociedad (hacer lo evidente oscuro e incomprensible) es fundamental para este propósito. ¿Quién no se ha visto aturdido ante las explicaciones mistéricas de los porqués de los entresijos de los mecanismos de la bolsa o el desequilibrio en la balanza de pagos?€ El otro pilar fundamental es el control de los medios de comunicación mediante la publicidad, de tal forma que la información sensible rarísimas veces llega a la opinión pública, que cuando lee el periódico o ve las noticias en televisión, asiste a un espectáculo bien guionizado y programado. Así, la inmensa mayoría de la población siente que su destino está controlado por algo que la amenaza si no cumple ciertas condiciones, las cuales no entiende y nadie le explica. Un círculo vicioso perfecto.

-¿Cómo escapamos de él?

-¡Oh, es tan fácil! -me dice entusiasmado-. En realidad, no es tan perfecto. Como en su día ocurrió con la imprenta, tenemos una potentísima herramienta no solo de transmisión de información, como eran los libros, sino también de comunicación horizontal entre las personas: se llama internet. De un modo progresivo, internet ha propiciado el flujo de ideas y el intercambio de pareceres a un nivel que nadie podía prever. En ella hay medios de comunicación independientes, pensadores que ofrecen sus teorías, personas que se comunican incesantemente. Es cierto que mediante ella se produce la especulación financiera instantánea, pero también a través de la red fluyen las ideas que la combaten. Ideas como el comercio justo, el decrecimiento o la permacultura son cada vez más difundidas y más pronto que tarde tendrán su momento.

Entonces nos miramos. Y los dos decimos al unísono:

-Porque la garra visible es poderosa, pero no es invencible.

Mi amigo sonríe como un niño. Me lo contagia y yo también.

-Tú tomas el café con esa porquería de leche de avena, ¿verdad? -me dice.