El baloncesto comenzó a jugarse en Cuba a principios del siglo XX, gracias a los jóvenes cubanos que estudiaban en escuelas norteamericanas. Nunca fue un deporte masivo en la isla caribeña, donde el reinado absoluto pertenece al béisbol y después al atletismo, el deporte que tantos éxitos olímpicos y visibilidad internacional ha dado al país.

Eso no significa que no tuviera su época dorada. En los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972, la selección cubana liderada por Ruperto Herrera conquistaba la medalla de bronce. Los años de dictadura propiciaron que el deporte de la canasta fuera más conocido por las deserciones de jugadores que por los éxitos internacionales. En agosto de 2009 aprovechando un partido en Las Palmas de Gran Canaria entre España y Cuba, cuatro de sus internacionales, entre ellos su mejor jugador Georvis Elias, desertaban y pedían asilo político. Elias, Paumier, García y Silvestre acabaron jugando para el Clínicas Rincón en la Liga LEB.

Esta temporada llegaba a nuestra liga el mayor proyecto actual del baloncesto cubano, Javier Justiz. Justiz es el segundo cubano en la ACB después de Andrés Guibert, que aterrizó en España en la temporada 95-96 de la mano del entonces Xacobeo 99 Ourense.

Para Justiz es su primera experiencia en Europa a sus 27 años, pero no está desentonando y la semana pasada en el duro partido ante el Baskonia fue de los mejores de su equipo. Ahora tiene marcado en rojo el partido del domingo porque se considera culpable de la derrota del partido de la primera vuelta. El 27 de octubre los pívots malagueños machacaron a los interiores aragoneses para guiar al equipo a una victoria por 98 a 82. Ahora Justiz pide venganza.

Sus comienzos en el baloncesto fueron sin embargo muy atípicos. Como contó en su día el propio jugador en La Nación de Argentina: «Debo ser sincero: era un haragán en la escuela». Tenía 8 años y estaba sentado en clase de su colegio de Santiago de Cuba, cuando la profesora Ochoa entró y preguntó si algún alumno quería jugar al baloncesto. Javier fue el primero en levantar la mano. Todo le servía con tal de estar el mayor tiempo posible fuera del aula. Su estatura hizo el resto.

Este fue el comienzo pero sus inicios siguieron siendo muy accidentados. Jugó hasta los 12 años y dejó la pelota naranja por problemas familiares. A los 16 volvió a jugar de manera organizada pero tuvo que volver a dejarlo porque no tenía dinero para comprarse unas zapatillas de su número. A los 17 años las consiguió y volvió a jugar, aunque no estaba de todo convencido y fue su madre la que «le obligó» a dedicarse a fondo al baloncesto. Con 19 años ya estaba en la selección cubana.

Su primera experiencia lejos de la isla fue en Venezuela en abril de 2015. Los Bucaneros de Guaira entrenados por el español Luis Guil, le llamaban para sustituir a Edu Hernández-Sonseca. Así empezó una carrera profesional que no cree que le lleve a la NBA pero que si aspira a consolidarla en nuestra liga.

La ACB es su gran objetivo. Su poder de intimidación y su juego en pick & roll son sus grandes fortalezas, ahora crecer para seguir aquí.

El partido del domingo contra el Unicaja será un nuevo examen para él y el juego interior maño ya que los malagueños, aunque a trompicones, van sacando adelante sus partidos en la Liga.