Recordaba un viejo escritor que la memoria del ser humano es perfecta para olvidar. No le quito la razón, porque frecuentemente nos empeñamos en borrar lo que fuimos aun a riesgo de no entender lo que somos; lejos de comprender que, en muchas ocasiones, caminar hacia delante nace del volver a empezar. En definitiva, la memoria es escuela y lección, experiencia y certeza; algo que atesorar, cuidar y compartir. Y la memoria colectiva se va construyendo desde el testimonio y la noticia, a partir del comentario y la reflexión, con el trabajo diario de medios de comunicación que, como La Opinión de Málaga, contribuyen a narrar nuestro presente, que es ya parte del ayer cuando apenas acaba de ser hoy. Paradojas de una sociedad urgente donde los medios escriben sus crónicas en papel siempre a la zaga de la tinta virtual de internet.

Por ello, ahora, cuando La Opinión de Málaga cumple 20 años -una cifra referencial y plena- y, generosamente, me brinda la oportunidad de escribir sobre Málaga y su evolución cultural durante estos años, quiero hacer memoria y describir aquello que me es más querido: un festival de cine y unos teatros municipales. Y lo hago porque es posible que muchos los conozcan, pero no todos sepan de qué hablamos en realidad.

El primero es un evento que, con 22 ediciones, se ha convertido en un gran proyecto de ciudad, casi coetáneo con este querido diario. El Festival de Málaga nació en 1998 para impulsar la promoción y conocimiento del cine español. Un proyecto que ha crecido y ganado prestigio, pero que quizás aún no termina de ser entendido en su verdadera dimensión. Porque ¿se puede ser un gran desconocido siendo a la vez el más popular? Honestamente, creo que sí, y por ello insisto una y otra vez en que el Festival es mucho más que un gran certamen dedicado hoy al cine en español. Es una sucesión de eventos en torno al audiovisual que se articula durante el año en muchas acciones, todas ellas centradas en la cultura y el servicio público. Málaga de Festival (MaF) -un proyecto participativo donde las artes creativas toman el cine como argumento-, Festival de Cine en Español -nuestro gran evento, nuestro abrazo al cine iberoamericano-, Cine Abierto -proyecciones de cine de verano-, MOSMA -nuestro festival internacional de música de cine-, La Edad de Oro -cine clásico-, Screen TV -dedicado a series internacionales de televisión- y El Cine en tu Zona -cinefórums en los distritos- se unen a la gestión continuada del cine Albéniz -cuatro salas para el cine en versión original- y a la Málaga Film Office, la oficina de captación y gestión de rodajes en nuestra ciudad. Porque también trabajamos para convencer a todos de que Málaga es una ciudad ideal para acoger rodajes de cine, gracias a su paisaje, patrimonio, clima y a los mejores técnicos y empresas de logística y producción.

Aunque mi otra responsabilidad y a la vez, privilegio, es gestionar los teatros municipales, Cervantes y Echegaray, a los que también quiero referirme cuando, como ahora, gozan de nuevo del afecto de los malagueños. Los teatros municipales de Málaga congregan a más de 200.000 personas cada temporada, con un paulatino incremento de su tasa de ocupación, que se sitúa ya en el 75 por ciento de las butacas disponibles. Y todo ello gracias a una programación avalada por éxitos de público y crítica de los festivales de Teatro, Jazz y Terral, del Ciclo de Danza y la Temporada Lírica, y por la consolidación del proyecto de producción propia Factoría Echegaray, que en su segunda temporada amplió su campo de acción a través de las ramas Formación e Innovación. Un proyecto global en torno a las artes escénicas, el de nuestros teatros municipales, que apuesta por la calidad en una programación de carácter generalista y abierta a todos.

Por supuesto que la cultura en Málaga es mucho más amplia y valiosa que lo aquí relatado -ciudad de museos, eventos, tecnología y cultura popular-, siempre plena de actividad y capacidad de convocatoria, donde cine y teatros jugamos a ratos un papel protagónico para, a continuación, desde la lógica y la necesidad, desaparecer entre los actores de reparto hasta que, de nuevo, nos convoquen los focos. Esta suma de esfuerzos públicos y privados ha transformado la ciudad plenamente, desde la categoría de destino ocasional hasta la consideración de estación de llegada para el turismo cultural, dos cimientos -turismo y cultura- sobre los que hoy se construye en gran medida la dinamización socio-económica de esta ciudad y que, valorados con inteligencia y sensatos criterios de conveniencia y oportunidad, seguirán definiendo de modo fundamental el futuro de Málaga para bien de sus habitantes.

Esta es la realidad que vivimos -el 'tal como somos'- y esta, a grandes rasgos, es la serena y meditada evolución de nuestro festival y de los teatros municipales. Precisamente aquello que, durante estos 20 años ha contribuido a narrar con rigor y veracidad La Opinión de Málaga, a cuyo equipo directivo y de redacción traslado hoy mi enhorabuena por esta celebración. Sabemos que los números tienden a convertirse con facilidad en las letras de la palabra 'éxito'. A veces, desde la simple intención y otras, con toda la razón. Como en este caso, cuando celebramos el buen trabajo realizado, al tiempo que un cumpleaños al que, estoy seguro, seguirán muchos más para bien de la ciudad de Málaga.

*Vigar es director del Festival de Málaga y los Teatros Cervantes y Echegaray