Acabo de leer, casi de un tirón, la novela de Francisco Sosa Wagner sobre la Universidad española. Después de hacerlo, tengo un sabor amargo. En la página 176 hace referencia el autor a «esta novela ácida» añadiendo entre paréntesis «pero verdadera». He de decir que yo no la considero tan verdadera como él. Es ácida, sí, pero no verdadera. No lo es no porque cuente hechos falsos sino porque solo presenta hechos negativos y deja de contar muchos otros positivos. No solo es ácida. Es cáustica.

El subtítulo de la novela, que no aparece en portada, indica dónde va a poner el foco el autor: Aventuras, donaires y pendencias en los claustros. Subtítulo, por otra parte impreciso, porque la novela no habla solo de los claustros sino de la dinámica universitaria en general, que va mucho más allá de los claustros. Qué duda cabe de que hay otras dimensiones en las que se puede uno detener. Pero, el profesor Sosa Wagner ha querido centrarse en las dimensiones más negativas de la vida, las relaciones y el poder de la Universidad. En la micropolítica que describe solo hay intrigas y corruptelas. Solo ha visto los agujeros en el queso. Y no digo que no los tenga, pero no solo.

Si alguien pretende conocer la Universidad española a través de esta novela quedará defraudado y hasta escandalizado. La institución que debe ser un faro moral para la sociedad aparece como un entramado de intrigas, mezquindades, rivalidades, sinecuras (palabra que repite no sé cuántas veces el autor), envidias, asechanzas, miserias, zancadillas, prebendas, ambiciones, trampas, peleas€ De todo esto hay en la novela. Y en abundancia.

Me parece imprescindible hacer autocrítica. Considero necesario también abrirse a la crítica, pero no me gusta la autoflagelación (por masoquista) ni la heteroflagelación (por sádica).

Está muy claro que quien ha escrito esta obra tiene experiencia de lo que se cuece en la institución. No habla de oídas. Hay precisión en el galimatías terminológico de puestos académicos, cargos y funciones. Hay conocimiento de estrategias y maniobras. Pero yo me pregunto si es eso solo lo que ha visto el catedrático Sosa Wagner.

Hay también demasiada sorna sobre cuestiones que considero relevantes: la investigación, la selección de docentes, la evaluación de los méritos, las elecciones a rector, los tribunales de tesis, la autonomía universitaria€

Ya sé que se trata de una novela y no de una evaluación o un estudio científico. Ya sé que se trata de un ejercicio crítico que podría ser incluso saludable con un poco de sentido del humor y una imprescindible actitud autocrítica. Pero creo que se ha pasado en los tintes oscuros que llegan a presentar un retrato deformado y grotesco de la institución. La Universidad española no es eso. No es lo que describe el autor en su novela. O, mejor dicho, no es solo eso.

Pondré algunos ejemplos que no ha sido difícil encontrar. En cada página se podrían ver otros botones de muestra:

- «Hemos vivido la elección de rector. Y cada vez es más claro que todo es una pantomima. Se encaraman en el poder gracias a los pactos y acuerdos que logran cerrar durante la campaña y esta circunstancia genera una hipoteca en el gobierno de una institución docente y científica convertido por esta vía en un gobierno que propende a un corporativismo destructor».

- «Charlie era el fruto de una de esas levas de profesorado que había ido tejiendo las sucesivas leyes universitarias especializadas en poblar los escalafones con mediocridades inofensivas».

- «Berena era una subordinada del rector, de los vicerrectores, de los jefes de área y de hectárea, de los secretarios, de los prosecretarios, y vicesecretarios, de los gerentes, contragerentes y subgerentes; no estaba bien que admitieran esas encopetadas autoridades académicas las habilidades de una jovencita que exhibía demasiado aplomo€ y que les dejaba en ridículo».

- «Con la creación de plazas docentes hubo un cierto tumulto en las files de los miembros opuestos a don Manuel, aquellos que había votado en su contra con ocasión de las elecciones a rector. Estaban perfectamente localizados y aislados. Eran resentidos que no podían soportar haber fracasado a la hora de aupar a su candidato».

- «No hay muchas novedades; ya sabe usted, Lucio, que la Universidad española es un gran cementerio. Yo, me lo ha oído decir alguna vez, al campus lo llamo campus santo». - «Hoy esto es inconcebible por la apatía de la juventud. La base del edificio universitario está enferma. Una situación muy grave, pues los muertos se empiezan a enfriar por los pies».

- «Para mí lo peor es el paletismo que se ha adueñado de nuestros colegas más jóvenes, con las inevitables excepciones que siempre las hay. La mayoría no lee nada que sea creativo y alejado de sus afanes cotidianos».

- «Malos tiempos, en efecto, querido Anselmo. Da risa acudir a alguna gestión al rectorado. Y advertir la tropa de personal puesto a dedo allí por el rector de turno, todos ellos profesores que nada saben de gestión universitaria y que, por ello, si algo les sale bien es por pura casualidad».

- «Y de los escritos de los pedagogos, a los pobres doctorandos y a los interinos les exigen acudir a cursos vacuos donde pretenden enseñarles cómo se dan clases de Física, de Farmacología o de Historia Moderna. Un saber que, al parecer, atesoran los pedagogos, especialistas de la vacuidad».

- «Una imprudencia porque ahora ya el rector no se iba a doblegar a la voz -siempre ronca, bronca y sectaria- de los sindicatos».

- «Terminada la entrevista con la jauría periodística, su secretaria le anunció que quería verle Berena».

- «€pero es que en la Universidad todo es pequeño y cutre, un poco sórdido. Al profesor, con cien euros, lo tienes ganado».

El personaje central que sirve de hilo conductor de la obra es un ser provinciano, paleto, mediocre, acomplejado, mezquino, tramposo, trepa y conspirador. Ni en la vida privada es una persona equilibrada, atractiva y sociable. Otro elemento más que añadir al relato sombrío del autor.

Creo que no hay estamento que se libre de las críticas acervas de Sosa Wagner. Ni el profesorado, ni el alumnado, ni el personal de administración y servicios, ni los periodistas, ni los partidos políticos, ni los sindicatos€ No deja títere con cabeza.

Aunque había dejado mensajes suficientemente para los partidos políticos, no quiso poner el punto final sin dejar una descalificación al partido socialista. Una puyita que puede entenderse si se piensa que la deja muy clarita un destacado miembro de UPyD Unión.

Quienes recibimos las críticas más despiadadas (me sorprende mucho la importancia que nuestros críticos nos dan) somos los pedagogos, cuyo lenguaje siempre es vacuo, cuyos trabajos siempre son irrelevantes y cuyas actitudes siempre son prepotentes.

No he disfrutado leyendo esta novela. Eso no es la Universidad. O, mejor dicho, eso no es toda la Universidad. No he visto reflejada en ella mi experiencia ni la de la mayoría de los colegas que he conocido. No he visto la actitud comprometida y esforzada de muchos alumnos y alumnas, la pasión de muchos docentes por enseñar y aprender, la voluntad de la mayor parte del personal de administración y servicios por hacer bien su trabajo. No sé si el profesor Sosa Wagner no las ha visto o es que no lo ha querido contar. Me hubiera gustado que su experta pluma se hubiese ocupado también de las dimensiones positivas que, sin duda, atesora.