Ahora que pronto va a inaugurarse el Teatro del Soho de la mano de Antonio Banderas, la ciudad bulle con esta noticia. Por increíble que parezca, es el Teatro del Soho (¡sí, un teatro!) el que nos va a hacer aparecer en medios del mundo entero. Es, desde luego, una excelente noticia. Parece que el teatro vuelve a tener su pedazo de tarta en la oferta de ocio y cultura de Málaga, con un proyecto bien gestionado y que aspira a posicionarse como visita obligatoria para residentes y turistas. Espacios como el Teatro del Soho son, más que necesarios, imprescindibles para dar un salto de calidad: son transatlánticos que vertebran una actividad artística que, si bien hasta este momento han mantenido con dignidad y esfuerzo la Sala Cánovas, el Teatro Cervantes, el Echegaray, la Caja Blanca, la Sala Maynake y La Polivalente, precisa de un empuje adicional que, además de darle una excelente promoción, sirva para que la gente de la farándula disponga de un lugar donde poder obtener unos ingresos que le permitan acometer obras de pequeño formato sin tanto riesgo y (casi) siempre al borde de la nada. Y eso que el teatro es ingrediente básico de la cultura mediterránea, tanto o más que la famosa dieta, de la que disfrutamos con profusión en la oferta infinita de bares y restaurantes.

Por eso espero que este lanzamiento sirva para volver a llevar el teatro a la calle. Recuerdo, con nostalgia nueva, la irrupción del movimiento 15M (qué lejos nos va quedando, ¿verdad?). Cambió algunas cosas en la vida de muchas personas: quienes durante años habían permanecido ajenos a actividades políticas y participativas por diferentes cuestiones (que cada cual revise sus motivos o sus excusas para ello) salieron de su hibernación. Las calles fueron otra vez de colores, la gente hablaba, las personas se comunicaban y se reconocían en un movimiento ciudadano diverso y crítico, que mostraba su descontento a la vez que intentaba articularse en propuestas concretas. Es cierto que para otras personas este movimiento fue un capítulo más del libro de los intentos inútiles. Cayeron en el descontento del descontento, pensaron que el proceso era demasiado caótico y variopinto: criticaron el traje del emperador y también a quienes decían que iba desnudo; les costaba aceptar que un movimiento ciudadano es un torrente descontrolado que poco a poco se amansa y que tras esta tormenta surgen tierras regadas, fértiles, que acogerán cosechas nuevas y frutos jugosos. En resumidas cuentas, este movimiento logró desensimismar a la gente, sacarla a la calle, a la plaza del pueblo que refiere Vicente Aleixandre. Sí, fue bonito mientras duró.

Bien, de nuevo tenemos otra oportunidad de volver a pisar las aceras, de encontrarnos y re-conocernos. Y claro que sí, puede ser a través del teatro; sin excluir a nadie, porque es el público quien tiene que recuperar ese derecho; gestionado con criterios racionales: con un pequeño presupuesto se pueden lograr cosas muy bonitas. Con el objetivo de representar propuestas realizadas en Málaga (una ciudad con un número apreciable de compañías), pero sin caer en un localismo absurdo y excluyente; un teatro que nos dé un panorama de lo que se cuece en nuestra provincia, para que las compañías locales se den a conocer a su propio público y al viajero, además de tener la posibilidad de invitar a programadores de otras ciudades para que conozcan su trabajo.

Y por favor, dejemos ya el adjetivo «alternativo». Como nota de prensa suena bien, pero esa eterna presentación como apuesta alternativa ha dejado hace tiempo ya de resultar una novedad atrayente para convertirse en un lugar común más, que no aporta nada. Aquí tenemos espacios susceptibles de convertirse en escenarios: la Casa Invisible, el Centro Cívico, muchas calles del centro y de los barrios, la playa€ ¿Por qué no empezar a plantearnos qué podemos hacer con todo ello? Claro que sí, está genial ver un pedazo de musical o traernos a las celebridades nacionales, pero no está para nada de más que podamos disfrutar de un teatro más cercano, verdadero embrión de sensaciones y sentimientos.

Porque cuanto más teatro haya y cuanto más presente esté, más nos aficionaremos a esa forma de comunión colectiva que nos ha acompañado desde hace siglos.