La ocurrencia del meme se prodiga estos días difundiendo en las redes sociales una fortaleza volante a modo de Falcon para alojar al presidente del Gobierno y su legión de ministros. El número de ellos ha crecido notoriamente para poder satisfacer los intereses partidistas de la coalición PSOE-UP, los guiños a los comunes y al PSC. ¿Hacen falta tantos ministerios, secretarías y direcciones generales? Indudablemente, no. Pero la política no se ejecuta en este país al servicio de los ciudadanos sino de las sectas y de sus necesidades. La política hace tiempo que se ha convertido, y no hay intención de hacer demagogia de ello, en una agencia de colocación contraria a los intereses de todos. ¿Hay que ponerle un ministerio a Garzón?, pues nada se desdobla el que había y se le da la cartera de Consumo para que cumpla el anhelo de acercar a España a los niveles de bienestar sostenible de Cuba y de las cartillas de racionamiento. El propio Garzón declaró en el momento de recibir el encargo ministerial que ese era el paradigma. ¿Tenemos que situar en el tablero la pieza que exige Ada Colau?, pues ya está, reducimos al astronauta a la órbita de la Ciencia e incluimos a Castells en Universidades, el mismo que elogió a Estados Unidos por no disponer de ese ministerio, cuando reclamaba un sistema más flexible para la Educación. ¿Les viene bien otra nómina a los Iglesias?, dicho y hecho: nombramos a Irene Montero, ministra de Igualdad, un cometido que ya desempeñaba Carmen Calvo. E la nave va, que diría Federico Fellini. Hay que darse por satisfechos y pensar que la inflación de carteras sería todavía mayor si en vez de dos partidos en el Gobierno hubiera un tripartito. La resignación de nuestro tiempo se resume en una de esas insulsas coletillas que repetimos como si fuéramos loritos: es lo que hay.