Tenemos días buenos, malos y regulares, todos los sabemos, pero ¿experimentamos días de una forma que dejan cicatrices eternas? Es totalmente normal que nos preocupemos, nos bloqueemos, nos enfademos, generemos conflictos con nosotros mismos y con los demás, en casa, en el deporte, en el trabajo, con la familia, los amigos€ Pero ¿todo esto tiene un límite?

Evidentemente hay momentos en los que uno piensa que no puede más, hasta que pasan y comprobamos la fortaleza mental del ser humano, pero en relación a las emociones, ¿cuáles debemos plantarle cara y cuáles debemos dejarlas marchar?, ¿cómo podemos conseguir evitar reacciones?

Es importante comenzar con una adecuada educación emocional desde la infancia para evitar problemas graves durante la adolescencia y la adultez. Dicha inteligencia emocional no solo nos ayudará a rodearnos de personas adecuadas sino que nos protegerá de los malos impulsos, nos potenciará nuestra fuerza de voluntad y nos sensibilizará a través de la empatía.

Para ello resulta fundamental aprender a escuchar nuestra voz interior y nuestro cuerpo, para después entenderlo y reaccionar en base a ello. Son tres pasos que aprender y que costará mucho esfuerzo y práctica el poder hacerse con el control de uno mismo (no de la situación). El autoconocimiento se puede aprender a través de juegos, libros y ejercicios para todas las edades, desde los dos años podemos encontrar cuentos preciosos que nos hablan de la voz interior y juegos sobre meditación que enseñan a respirar correctamente. ¡Animo desde aquí a todos que nos planteemos la mejora del objetivo de escuchar nuestra voz y nuestro cuerpo!

Todos tenemos nuestro talón de Aquiles, algo que nos genera vulnerabilidad y fragilidad, ese algo que nos bloquea, nos saca la energía en un segundo dejándonos vacíos, tristes y sin ganas de nada. También tenemos ese volcán en erupción cómplice de la impulsividad y enemigo de la bondad.

¿Cómo podemos identificar reacciones que necesitan cambio o intervención para la mejora o el progreso personal?

1. En relación a lo emocional: Debemos prestar atención cuando la tristeza se repite cada día durante un tiempo prolongado, apagándose el carácter y las reacciones ante los estímulos, cuando se pierde la espontaneidad y aparece el llanto. Además se debe tener en cuenta la capacidad atencional y su imposibilidad para centrarse en nada, y el descanso, ya que el insomnio es un síntoma en relación a la ansiedad, depresión o duelos patológicos. Con ello el cuidado de uno mismo en relación al aspecto físico o la alimentación también se ven afectados.

2. Reacciones de uno mismo: Sería importante percibir cuándo una persona pasa la mayor parte del tiempo enfadado, quejándose o negándose ante cualquier tipo de ayuda o cambio. La impulsividad debe ser controlada, la violencia debe tener explicación ni permiso, ya sea de palabra o de gestos. También están las personas que nunca se conforman, ellos se autodefinen perfeccionistas, pero no lo son en el buen sentido, sino que acaban frustrados la mayor parte del tiempo evitando sentirse bien consigo mismos y tranquilos por sus logros.

3. Reacciones hacia los demás: Aquí lo más llamativo son los celos y el control hacia las personas. Esto demuestra dependencia e inseguridad, incapacidad para tomar decisiones por uno mismo y evita el progreso y la madurez de la persona.

Es totalmente normal tener días malos, también malas rachas y por qué no, mala suerte. Pero todo pasa y todo cambia, y debemos percibir cuanto antes las «lesiones emocionales» para curarlas y vivir en nuestro equilibrio rodeados de buenas personas.