En el transcurso del mes pasado me han preguntado algunos lectores mi opinión sobre la recuperación, así que en estas breves reflexiones a vuela pluma, por las que seguramente muchos me calificarán de agorero y catastrofista, pero siendo pragmático y teniendo los pies en el suelo, les diré que en tres años no volveremos a alcanzar el nivel de empleo, de renta y creación de riqueza que teníamos antes del virus, porque les aseguro que no habrá una reanimación tal como nos la venden las autoridades del gobierno, sino más bien un empeoramiento y estancamiento en los próximos meses de todas las variables económicas y sociales y, por supuesto, con una incidencia grave en el bienestar de la gente y su calidad de vida.

¿Hay alguien preocupado porque la escalada de la deuda pública se haya desbocado en este último semestre? Pues parece que excepto yo y algún rompehuevos más, a nadie le importa un pito. Claro que la gente de a pie, ni saben ni quieren saber, que esto de la mayor debacle económica de los últimos sesenta años y el empufamiento desorbitado que conlleva, les vaya a influir en su estándar de vida.

Por esa falta de mentalización es conveniente recordar que a junio la deuda alcanzaba el 110% del PIB (algo inédito en nuestra historia) y acabará el año en el 120 como mínimo. La factura que queda para las futuras, pero cercanas, generaciones será un lastre inasumible.

También habrá que recordar que en nuestro país más de la mitad de la población vive y cobra del Estado, lo que sitúa a España en una situación muy problemática y difícil de sostener. En el sector privado, en el segundo trimestre del año, los trabajadores por cuenta propia y ajena, han disminuido un 7,5%. Es decir, nos desapareció un 8% del empleo entre enero y junio. En Alemania solamente el 1,4% y en UK el 0,7 a pesar del Covid.

Desgraciadamente, no me equivoco si pronostico que a final de este ejercicio, la tasa real de paro alcanzará mas del veinte por ciento (el doble que la media de la CE) y, sin querer escandalizar, les diré que el año que viene, las pensiones no subirán sino que, muy probablemente, vean recortadas sus prestaciones.

Por otra parte, es una realidad que el veinte por ciento de las empresas españolas son zombies, lo que significa que no son viables pero se mantienen apuntaladas por fondos financieros para no dejarlas caer. Estas entidades, que son verdaderos muertos vivientes, suponen una carga para un sistema productivo sano, pero nadie se atreve a meterles mano a pesar de que resulta prácticamente imposible resucitarlas.

Miren ustedes, en la última crisis de 2008, poco hemos aprendido y corregido, pues aquella era la ocasión de reducir nuestra dependencia del turismo y subirse al carro de la modernidad orientando una parte de nuestra producción de bienes y servicios a las nuevas tecnologías, pero como decía, hemos seguido a lo fácil y cómodo que es depender del turismo que sigue generando más del 16% del PIB.

Precisamente por este motivo, la bofetada a nuestro sistema económico es mayúscula y tardaremos el doble de tiempo en recuperarnos que nuestros socios europeos.