La Alborada de Candás, que como su nombre indica se celebra justo al alba, en el momento en que el gran escenario se empieza a iluminar, es una de las más bellas celebraciones que existen en homenaje a la mar y a quienes perecieron en ella. Las circunstancias han obligado este año a celebrarla de forma minimalista, con público limitado, manteniendo las debidas distancias y reduciendo a versión simbólica alguno de los actos. Pero todos los elementos del ritual se han cumplido, y el contexto que ha obligado a despojar la representación de gran parte de los elementos ambientales, festivos y populares ha realzado su íntimo sentido trágico. Un espléndido ejemplo de dignidad cívica e institucional y de voluntad de no entregarse, o sea, de resistencia, porque en los momentos de desdicha, desconcierto y angustia es cuando se ponen a prueba las formas y el estilo de la condición humana.