En tiempos de Esperanza Aguirre, la Comunidad de Madrid introdujo en escuelas tanto privadas como públicas el bilingüismo educativo, que en la práctica no significa otras cosa que la enseñanza en inglés - ¿no aparece significativamente un trozo de la bandera británica, la Union Jack, en el cartel que anuncia esos centros?-, todo ello en detrimento del castellano.

Materias como la historia, las ciencias, la educación física, las bellas artes o incluso la filosofía se imparten en muchos cursos directamente en inglés por parte de profesores que, en su inmensa mayoría, no son nativos y manejan ese idioma sin la aconsejable espontaneidad, imaginación o soltura. De todo ello resulta un lenguaje estereotipado, de cartón piedra.

Me envía por internet un amigo el documental que ha producido un grupo de docentes y en el que se da la palabra tanto a profesores de diferentes disciplinas como a alumnos y padres de éstos. Y el veredicto es unánime: la enseñanza en un idioma que no es el materno del profesor ni del alumno resulta siempre empobrecedor cuando no un disparate.

El documental, que recomiendo vivamente al lector de esta columna, se titula ´La chapuza del bilingüismo´ y ha sido dirigido por Francisco Serrano, maestro de enseñanza primaria de la Comunidad de Madrid y activista en defensa de la educación pública.

El bilingüismo, señalan los representantes de los distintos sectores implicados, maestros, alumnos y padres, ha sido «un estrepitoso fracaso»: los docentes se quejan de la falta de espontaneidad en la relación profesor-alumno, de la imposibilidad de los matices en las explicaciones y en la interrelación entre unos y otros. Al final, dicen, los alumnos no sólo no aprenden bien inglés sino que les cuesta mucho más entrar en las materias.

Obligados a estudiar en una lengua que no es la suya, los alumnos terminan desconociendo muchas veces conceptos básicos en castellano, que es su idioma materno, lo que equivale, no nos andemos con rodeos, a una clara colonización anglosajona pues, como acertadamente dijo a finales del siglo XV nuestro Antonio de Nebrija, refiriéndose entonces al castellano, «la lengua fue siempre compañera del imperio».

Cuenta en el documental uno de los padres de alumnos la anécdota de que su hijo no sabía quién era Colón porque en clase el profesor se había referido siempre a esa figura como Christopher Columbus. Estudiar la historia del país propio en una lengua distinta de la materna es, como se dice coloquialmente, un contradiós, palabra que nunca se escuchará, por cierto, en esos centros bilingües.

Por si fuera poco, el bilingüismo educativo, se quejan todos los implicados, provoca segregación en el alumnado ya que hay escolares que, dada su situación familiar, pueden permitirse clases particulares del otro idioma mientras que los menos dotados para las lenguas, aunque puedan estarlo mucho más para otras asignaturas, tienen que esforzarse doblemente, si es que no terminan arrojando la toalla.

La enseñanza bilingüe fomenta además la segregación porque se dan por lo general más recursos a ese tipo de centros o a las secciones en las que se imparten las clases casi exclusivamente en una lengua que es mucho más la de la ciencia, de Wall Street y de esa publicidad que nos devora que la de Shakespeare o Walt Whitman.

Se trata, argumentan, de un modelo claramente neoliberal que promueve la competencia entre los propios profesores - quienes imparten sus clases en inglés reciben un suplemento salarial y ganan puntos que facilitan su contratación o su continuidad-, pero también entre los alumnos y entre los propios centros educativos, que compiten por obtener de la política mayores fondos.

Los profesores se quejan, por otro lado, de que una vez ´habilitados´ para dar clase en ese idioma que no es el suyo, no se pueden ´deshabilitar´, es decir volver a las clases en castellano bajo pena de sanciones o de no ver prolongado su contrato: se sienten así en una especie de cárcel lingüística.

¿Qué decir, por otro lado, de que los mismos políticos neoliberales en la estela de Esperanza Aguirre que imponen la enseñanza en inglés en las escuelas madrileñas o de otras regiones se escandalicen por el hecho de que se use el catalán como lengua vehicular en los centros educativos de Cataluña?

Como me comenta sarcásticamente otro amigo, profesor de clásicas en la Complutense, nuestros centralistas a machamartillo insisten en que allí debe educarse en castellano, con lo que establecen claramente una jerarquía mental: el inglés, para los castellanoparlantes; el castellano para los catalanoparlantes, y las lenguas regionales, para los bailes folclóricos.

No deja de resultar, por otro lado, significativo, como señala docente que interviene en el documental, que dos escuelas bilingües de la Comunidad de Madrid lleven el nombre de dos ex primeros ministros británicos: Winston Churchill, un claro supremacista blanco, y Margaret Thatcher, defensora del dictador chileno Augusto Pinochet y autora de la famosa frase según la cual no existe la sociedad, sino sólo los individuos.

Como escribe el profesor de Clásicas de la Complutense Juan Luis Conde en su excelente ´Armónicos del Cinismo: discurso, mito y poder en la era neoliberal´ (Ed. Reino de Cordelia), la educación bilingüe es «la imposición de una lengua extranjera para una política de autocolonización que combina la experimentación social con niños y la cesión del principal pilar de la soberanía: la lengua propia».

Y, continúa Conde, «Nunca se había visto la sumisión a un poder ajeno con tanta docilidad (..), ignorándose que, tras la lengua, se esconde toda una ideología y , junto a ella, el blanqueo de la imagen de ciertos países a los que se concede un desmedido poder epistémico y simbólico. La importancia concedida al inglés ha desbordado toda la lógica partidista, imponiéndose como un hecho fuera de discusión».¡ Totalmente de acuerdo!