A ´Sus Majestades los Electricistas Reales de la Casona del Parque´ sólo les faltó jurar que tenían a la estatua por testigo. Que la silueta erguida del marqués lo supervisó todo desde la perspectiva exacta en la que se veía la botella medio vacía. Que no era para tanto. Que allí no estaban ni la mitad de criaturas que se ven en las redes sociales. Que para nada fue un evento organizado. Y que, como mucho, se corrió la voz de la inauguración ´por lo bajini´.

Sea lo que fuere, 'Paco of the tower' apretó el botón de 'on' y encendió el fin de semana pocos días después de que la pandemia arrojase su versión más letal a la altura de estos lares mediterráneos. Demasiadas pocas luces para tanta iluminación. Demasiada gente para la que está cayendo. Demasiada contradicción después de predicar cada mañana exactamente lo contrario.

Además del despilfarro que evidencia un despiste de las prioridades bajo unas circunstancias que reiteran el estado de alarma, a la foto que cada Pre-Navidad bendice con watios a la calle con apellido de ginebra le salió el tiro por la culata. La bisílaba y cara Larios se vio delatada por el oportunista estreno de su cacareado alumbrado. De ese coto exagerado que, desde la óptica de ciertos gobernantes de la ciudad, solo cobra sentido con la multitud. Con ese tiro en el pie bullicioso que le puso en bandeja a la Junta de Andalucía -sin que Elías Bendodo tuviese esta vez que morderse la lengua Elías Bendodo - el tirón de orejas entre instituciones. O que, al mismo tiempo, le dio pistas al supuesto enemigo, a la competencia viguesa, hasta el punto que la morriña solitaria de un alcalde ´galego´ escenificó con modernidad telemática otro derroche que no estaba reñido con cierto anhelo de ejemplaridad. Todo muy triste. Quizás porque airea cierta inmunidad del todo vale. Y una extensión imperdonable del ´más de lo mismo´. Desde que en marzo se enfrascaran en la polémica batalla de las mascarillas que no llegaban desde el bazar internacional del Covid, es difícil encontrar en algún discurso de cualquier político ausencia de propaganda. Todo parece salpicado por ese aliño egoísta al que atufan los intereses partidistas. Ahora, más que nunca.