Pocas instituciones del mundo del turismo internacional han alcanzado la fama y el prestigio que siguen teniendo los Paradores de Turismo de España. En la actualidad la veterana cadena de titularidad pública agrupa en España a 98 hoteles. Muchos de ellos fueron en otros tiempos antiguos castillos, monasterios o palacios. Hoy en día son una parte importantísima del mejor patrimonio turístico de España. Acertado invento, imitado y envidiado por no pocos miembros de la gran familia del turismo mundial.

El primer Parador abrió sus puertas en 1928, en Navacerrada de Gredos (Ávila); con el ferviente apoyo del entonces Rey de España, Don Alfonso XIII. Y por supuesto gracias al entusiasmo y la visión genial del fundador de la institución, el marqués de la Vega-Inclán. Aquella carrera, ya imparable, continuó con otros nuevos establecimientos: la Hostería del Estudiante de Alcalá de Henares y los paradores de Ciudad Rodrigo (Salamanca) en 1929, y los de Oropesa (Toledo) y Úbeda, en 1930 y el de Mérida en 1933. El resto de esa impresionante saga ya lo conocen - o lo conocerán - ustedes.

Después de la Guerra Civil, en 1948, le llegó su turno a Málaga con la apertura de la Hostería de Gibralfaro. A unos metros de las murallas del castillo de Gibralfaro, rodeada por frondosos pinares y con unas vistas impresionantes de la ciudad y la costa. Inicialmente contaba el Parador de Málaga Gibralfaro con 12 habitaciones, unos elegantes salones y un magnífico restaurante. No fueron ajenos al éxito del nuevo Parador el buen trabajo de unos excelentes profesionales, capitaneados por grandes hoteleros de primerísima fila, como aquella gran maestra, doña Elisabeth Stroetgen Feuser, a la que tengo el honor de dedicar este modesto trabajo.

Nació doña Elisabeth el 18 de noviembre de 1911 en una gran ciudad alemana: Essen. Allí, en 1942, siendo secretaria de una academia de inglés, conoció a su futuro marido, don Joaquín Goñi Gainza: un profesor navarro que impartía clases de español en Essen. Allí se casaron y allí tuvieron a su primer hijo, José Antonio. En 1945 regresaron a España. Se instalaron en Pamplona y después en Oviedo. Doña Elisabeth daba clases de inglés en el Colegio de las Ursulinas. En 1948 nació su segundo hijo, Joaquín. En 1951 su marido ganó las muy duras oposiciones para ser funcionario de Paradores Nacionales de Turismo. Fue nombrado administrador del Parador de Gredos. Doña Elisabeth entonces dio un paso muy importante para su futuro profesional: se convirtió en la gobernanta del histórico Parador. Allí nació su tercer hijo, Luis Manuel, mi buen y siempre docto amigo.

Doña Elizabeth trabajó muy duro y con brillantez. Como era habitual en ella. Cuando destinaron a su marido como administrador del Albergue de Bailén ella le siguió como gobernanta del establecimiento. En 1960 preparó doña Elisabeth sus oposiciones como aspirante al puesto de administradora de Paradores. Y las ganó. Con las máximas calificaciones, por sus conocimientos del francés y el inglés. Aunque parece que tuvo algún problema en su examen de alemán, lo que no deja de ser una curiosidad. En 1960-1963 ejerció como administradora en los Paradores de Pajares (Asturias) y Riaño (León). Ella y su marido siempre amaron a los paradores en los que trabajaron. Quizás con unas connotaciones muy especiales en el caso del de Riaño. Nunca pudieron volver. El parador quedó sepultado para siempre por las aguas del nuevo embalse.

Finalmente recaló doña Elisabeth en 1963 en Málaga, ad maiorem gloriam de Andalucía, como administradora del Parador de Gibralfaro, donde destacó hasta su jubilación en 1977 como una incansable y brillantísima gestora, responsable de uno de los hoteles más bellos del Mediterráneo, en unos tiempos en los que Málaga y su Costa del Sol ya se estaban convirtiendo en unas auténticas estrellas del firmamento del turismo. Don Joaquín, su esposo, se trasladó también a Málaga. En cuya Escuela de Comercio ejerció como profesor de inglés, lo que alternaba con su colaboración en la creación de la futura Escuela Oficial de Idiomas de Málaga.

En esos años, tuve el honor de conocer a doña Elisabeth, como una muy ilustre colega. Hasta 1971 yo trabajaba en Marbella, en Viajes Málaga, la empresa de la familia Utrera, la providencial agencia de viajes que tanto hizo para situar a la Costa del Sol en la primera línea del mejor turismo internacional. A partir de mayo de 1971, dirigí el Hotel Los Monteros de Marbella. Como hotelero, el pasar por el Parador de Gibralfaro y poder saludar a doña Elisabeth, era siempre un privilegio y un honor. Y una oportunidad para seguir aprendiendo de una de las grandes maestras de mi generación. El Parador y su restaurante eran un tesoro que ennoblecía a Málaga y a toda España y que además acumulaba cada año un impresionante número de pinceladas rojas en la famosa Guía Michelin, que siempre elogiaba la paz de aquel lugar y sus espectaculares vistas.

Don Joaquín falleció en 1990. Doña Elizabeth seis años después, el 13 de enero. Unos años antes, el Gobierno de España le había otorgado la Medalla de Plata al Mérito Turístico. Desde el respeto y la admiración que siento por ambos, hoy me toca dar las gracias a doña Elisabeth, tan española y tan alemana, por su ejemplo y su magisterio.