Opinión | La Libreta del Duque de Chantada

Bojan Dubljevic: El pívot que eligió Valencia

Unicaja afronta este fin de semana otro durísimo partido ante uno de sus «eternos» rivales: Valencia Basket. En medio de una lamentable racha de juego y resultados, el equipo «taronja» no parece el mejor invitado para cerrar la semana. Al frente de las «huestes» valencianas viene su capitán, Bojan Dubljevic, jugador que por amor a sus colores ha renunciado a dinero y aventuras en otros clubes más glamurosos de Europa. El ejemplo de que la felicidad no siempre la da el dinero.

Dubi comenzó a jugar en la localidad montenegrina de Niksic. En su ciudad natal y mirándose en el espejo de su hermano mayor, la pelota naranja le proporcionaba mucha diversión y le ayudaba a mantener a raya su peso. Ese acercamiento se convirtió en una obsesión, o mejor dicho en un estilo de vida. Con 14 y 15 años llegaba a jugar 8 ó 9 horas al día. Sus estudios se resentían por la gran dedicación al baloncesto, pero al pequeño Bojan ya no había nadie que le pudiera parar. El baloncesto era su vida. Tras un paso por los equipos de Niksic y KK Lovcen, el Buducnost sería la herramienta que le abriría las puertas de la gloria baloncestística.

Con una filosofía clara y el pensamiento de que para mejorar hay que trabajar, su espejo en esos inicios era Nikola Pekovic. Un espejo sobre todo en cómo ganaba la posición en la zona y cómo se preparaba para recibir la pelota. Su trayectoria en Buducnost le llevó a la selección de su país y fue uno de los integrantes de la selección de Montenegro que jugó el Eurobasket U20 de Bilbao 2011. Ese que ganó la selección española con el liderato de Niko Mirotic y donde Gerard Solé ya le definía con acierto en Solobasket: «Líder, eje central del juego en la pintura, inteligente y con buena mano». Ese campeonato y 2 temporadas brillantes le abrieron la puerta de La Fonteta a un chico de 19 años con mucho futuro pero también como le comentaba a Emilio Sánchez-Bolea en SkyHook «con mucho miedo. No sabía nada. Y no hablaba ningún idioma que no fuera el mío, ni inglés, ni español. Era un niño que salía por vez primera de su país. Pero sabía que lo que necesitaba era trabajar mucho. Ahora Valencia es mi casa».

Todos los temores expresados por el joven montenegrino se olvidaron pronto, al menos en lo deportivo. El 30 de septiembre de 2012 hacía su debut en la Liga ante el Fuenlabrada y, la verdad, es difícil hacerlo mejor. 19 puntos con 5 triples, y en sólo 20 minutos de juego. Ese era su debut en un nuevo país y con apenas 20 años. El montenegrino juega su novena temporada en la capital del Turia y a sus 29 años sigue trabajando para mejorar, buscando la forma de adaptar su juego base de pívot Old School a un baloncesto más rápido. Su inteligencia y sus manos le mantienen en la élite y le permiten hacer una gran virtud de su casi «exclusividad».

Y delante, un Unicaja que no acaba de arrancar. El panorama cada vez es más sombrío y no sabría decir si los dos primeros partidos de la era Katsikaris han traído más luz o más desilusión. El equipo repite errores y no parece ver la mejora. La marginación de Gerun, más protagonismo para Bouteille y Nzona y menos para Francis Alonso parecen las primeras decisiones del coach griego. Es injusto juzgarle ahora pero el equipo ha llegado a una situación donde no hay tiempo. Con una victoria en los últimos 12 partidos y 6 derrotas consecutivas, en el Carpena la situación es dramática. Para un club solvente y de gestión económica modélica como este Unicaja, la situación deportiva es insostenible y obliga a seguir tomando decisiones.

Luis Casimiro era el señalado, pero hay que seguir tomando decisiones. Unas decisiones que permitan salvar el año, casi perdido, y que no hipotequen el que viene. La situación actual es insostenible y más aún con las gradas del Martín Carpena llenas, aunque para conseguir eso el equipo deberá volver a ganarse a su afición en lo que queda de temporada porque corre el riesgo de ver cómo los espectáculos actuales pueden reducir su masa social. Los tiempos no están para grandes dispendios económicos y nadie paga por sufrir. Suerte… y poneros la mascarilla.