Opinión | Marcaje en corto

De Jaimes, Daríos, Paulinos, Kevins y otros talentos

Nadie es imprescindible en un deporte colectivo. Pero tiene el baloncesto aquello de que el 20% del peso del juego recae, teóricamente, en uno de los nombres en pista. Ese porcentaje se dispara si hablamos del director de orquesta, el «1», encargado de organizar las acciones ofensivas o, si tiene buena mano, de jugársela con el tiempo casi cumplido.

Ese hipotético porcentaje en cuanto a protagonismo en cancha también puede rozar un tercio del total cuando hablamos de un especialista en triples, capaz de encadenar una buena racha, de abrirse y construirse su hueco para facilitarse el tiro, así como aquellos «5» que se convierten en «techos» intratables bajo el aro.

Ayer vivimos con enorme alegría el regreso de la Liga ACB a los palacios de deportes y en el Carpena volvió esa magia que durante tanto tiempo se echó en falta. Porque vaya por delante que el sexto jugador pesa, y mucho, cuando la masa social cajista hace de las suyas y consigue llevar en volandas a su equipo.

Pero hoy quiero traer a esta última página a un madrileño que, desde que forma parte de la plantilla del Unicaja, no sólo ha hecho mejor al club con su aportación individual. Después de gigantesca aportación de ayer, cualquiera podría acusarme de «resultadista» si me centro en sus espectaculares registros para sellar la victoria holgada ante Monbus Obradorio: 24+4+8.

A Jaime Fernández siempre se le ha echado en falta cuando no ha estado. Es de esos hombres con carácter que nunca se esconde. Da el paso al frente cuando más quema el balón y es capaz, por su extraordinaria visión del juego, de desequilibrar el partido en el momento decisivo. Con una entidad venida a menos, cuidar al talento remanente se me antoja tarea fundamental.

La marea verde necesita y mucho de esos referentes que durante décadas demostraron carácter y pegamento para el vestuario. Qué decir del recién retirado Carlitos Cabezas y de sus cientos de grandes noches, por citar sólo a una de tantas y tantas estrellas que lograron brillar con luz propia como líderes en el Carpena.

Necesitamos en plena forma a Carlos Suárez o a Darío Brizuela. También a quienes empiezan a labrarse su camino con esta camiseta, como Norris Cole o Barreiro, a quienes vienen de abajo, como el gigantón Nzosa, y a esos de los que tanto esperamos, incluido Bouteille. Y, por pedir, quitémonos presión.

El Unicaja no es ni la sombra de lo que fue. Acostumbrados a codearnos con los grandes buques del continente, en Euroliga, ahora hay que acomodarse, como en La Rosaleda, para disfrutar de otros retos.

Ni seremos los mejores cuando ganemos a equipos con más liquidez para atraer figuras, ni los peores si toca perder con estrépito. Lo importante siempre será la actitud. Que no se bajen los brazos antes del último suspiro. En ningún momento y bajo ningún concepto. Y que esta provincia que tanto ama el deporte, siga haciendo suyos sus colores de siempre, los tonos blanquizules, verdes y morados.

Sigamos creciendo con humildad, seguros de que los mejores tiempos siempre están por venir. Y apoyémonos en la magia que atesoran los Jaimes, Daríos, Paulinos o Kevins. Sin presión ante los objetivos. Sin prisa pero sin pausa. Es lo que toca, con el Cautivo de nuevo en la calle y el final de esta batalla cada vez más cerca.