Después de la alegría viene la soledad

La brisa contenida en la plaza de la Marina sedujo a unos 175.000 visitantes en la 50 Feria de Libro de Málaga, la cual ha cumplido con creces las expectativas desplegadas tras una época rota por el desencuentro. Un balance próspero que ha supuesto un aumento en las ventas de un 20 por ciento, traducido en la compra de unos 32.000 ejemplares por parte de una concurrencia intergeneracional y heterogénea quien han tenido la posibilidad de confluir con 425 autores y participar en unas 375 actividades, transformando la entrada del puerto en una gran biblioteca-librería temporal con un hondo anclaje entre los protagonistas de este ilusionado acercamiento: lectores, escritores, editores y libreros. Una valoración axiomática de la regeneración del pálpito lector de los malagueños, quienes han iluminado bajo el sol de noviembre las sombras enmarcadas por un tiempo donde se releía la atribulada elegía escrita por una ciudad alejada de la lectura. Ante tanto alborozo, Benedetti me advierte: «... después de la alegría viene la soledad». Sí, es cierto; el abandono que padecen los más de 500 usuarios diarios de la Biblioteca Pública del Estado-Biblioteca Provincial en su sede ocasional de la avenida Europa desde hace 27 años -institución cuya titularidad corresponde al Ministerio de Cultura, gestionada por la Junta de Andalucía desde 1984-, con un volumen mensual de préstamos que supera los 4.800 registros. Una desatención intensificada desde hace meses por la carencia de personal al no cubrirse ni jubilaciones ni bajas y que en la última semana se ha convertido en agónica. Inconcebible presenciar esta negligencia en una entidad reconocida como la biblioteca pública andaluza que más acciones promueve con 23.322 usuarios inscritos y una afluencia en el 2020 de 65.705 visitas. «Siempre imaginé el paraíso como una especie de biblioteca», dice Borges. Este refugio del alma vive hoy un irrazonable averno. SOS.