Opinión | SOL Y SOMBRA

Una confesión

Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez, en el debate en el Senado.

Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez, en el debate en el Senado. / José Luis Roca

Las encuestas que se publican o difunden estos días le dan al Partido Popular una ventaja considerable sobre el PSOE. Coinciden en que los populares están sabiendo hacer su trabajo, al mismo tiempo que el mensaje que intenta transmitir Sánchez se hunde en una especie de incomprensible decadencia. Feijóo, por un lado alimenta las expectativas moderadas del voto de centro, mientras que por otro el partido mantiene a su espectro más derechista satisfecho con la condena que está haciendo de los beneficios que el Gobierno se empeña en otorgar a los etarras más sanguinarios o la claudicación frente a las aspiraciones independentistas de los nacionalistas catalanes.

Me llama la atención que en los estudios demoscópicos de la opinión de este país se identifique a la derecha extrema con el repudio del terrorismo y las ventajas que han adquirido los terroristas vascos más execrables con el acercamiento de sus presos asesinos. Y que la moderación supuestamente consista en hacer la vista gorda a todo esto. Me proclamo liberal, si es que hay que definirse, mi idea está muy alejada de los extremismos. Vox no me gusta y tampoco Podemos. Son los dos epígonos en este país de un populismo que aborrezco. Igual que sucede con los nacionalistas. El nacionalismo es para mí el impulso más fascista que conozco, la idea de convivir con la exclusión es algo que me espanta. No me considero mejor que otros por haber nacido en un lugar y pertenecer a una tribu concreta, y detesto, por tanto, que haya quienes se arroguen ese tic identitario. Ahora bien, si ser de derechas es repudiar y condenar cualquier acto de indulgencia sectaria con los asesinos que causaron un millar de víctimas en este país, no actuar con ellos con la ejemplaridad a que obliga cualquier conducta democrática firme y justa, me declaro desde ese mismo momento de derecha extrema. Para ser todavía más claro, conciliar con Txapote es chapotear en la mierda.

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