Viento fresco

Meta leches

El Metaverso iba a ser el no va más, el neo mundo, la nueva realidad. Lo cierto: se desmorona

El Metaverso iba a ser el no va más, el neo mundo, la nueva realidad. Lo cierto: se desmorona.

El Metaverso iba a ser el no va más, el neo mundo, la nueva realidad. Lo cierto: se desmorona. / PETER DASILVA

Jose María de Loma

Jose María de Loma

El Metaverso iba a ser la realidad elevada a la hostia, el nuevo internet, el advenimiento de un neo mundo. Parece que todo es más prosaico: van a despedir a once mil empleados. Que se dice pronto. Once mil. Once mil personas, incluso criaturitas, que se van a enfrentar, ahora sí, a una nueva realidad y no precisamente virtual: el paro, la incertidumbre, la injusticia tal vez. Meta, compañía matriz de Facebook, comunicará los despidos por correo, como ha hecho Twitter hace poco. Te sientas y esperas a que llegue un mensaje a tu bandeja de entrada. Con el pulgar hacia arriba o hacia abajo. En lo que va de año, la empresa ha perdido en torno al 71% de su valor y tras presentar sus últimos resultados el precio de la acción cayó un 20% en bolsa. A lo mejor es que no nos creemos los cuentos de Zuckerberg, dueño de la empresa, por mucho que sigamos poniendo las fotos de la barbacoa en Facebook. Los veteranos, que los jóvenes si hacen barbacoas las hacen en Tik Tok. El metaverso nos sonaba poético, pero ahora nos suena a empresa de siempre, una de esas empresas (ahora se llaman compañía) de mediados del siglo veinte que despedía a lo burro, con grandes reconversiones.

Igual que una frutería que no es capaz de colocar suficientes manzanas o peras, Meta no se ha entreverado en nuestros sueños o no se ha explicado o el humo que nos vendía nos ha asfixiado. Vendrá el Metaverso, ya sea de la mano de Zuckerberg, Meta o quien sea, y a lo mejor ni se llama así. El progreso ya está aquí y eso es irreversible. Lo que es reversible es que se pueda ganar dinero haciendo ciertas cosas.

El Metaverso pretende mezclar la realidad virtual con la presencial, pero las demostraciones (sea moderno, diga «demos») exhibidas han propiciado en las redes (incluso en las suyas) cachondeo y no sugestión, choteo y no fascinación. Incredulidad. Hay fe tecnológica pero Zukerberg, que lo fue, parece no ser ahora su profeta.

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