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Aumenta el peligro de la extrema derecha israelí para el pueblo palestino

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

Se llama ‘kahanismo’ a la ideología sionista de extrema derecha inspirada en el rabino estadounidense-israelí Meir Kahane, fundador de la Liga de Defensa Judía y del partido israelí Kach.

Kahane mantenía la postura de que los árabes que viven en Israel son enemigos del pueblo hebreo, lo que hace imprescindible la creación de un Estado teocrático reservado sólo a los judíos.

El FBI clasificó en 2001 a la Liga de Defensa Judía como organización terrorista después de que algunos de sus integrantes llevasen a cabo en EEUU atentados contra individuos e instituciones de religión musulmana.

En 1971, instalado ya en Israel, Kahane fundó el partido Kach y fue detenido en varias ocasiones por promover disturbios públicos contra los palestinos, lo cual no le impidió llegar como diputado al Parlamento, antes de ser él mismo víctima de un atentado en Nueva York.

Uno de sus seguidores, el también estadounidense Baruch Goldstein, fue responsable a su vez de la masacre de Hebrón de 1994, en la que fueron asesinados veintinueve musulmanes y resultaron heridos otros ciento cincuenta que oraban en la Tumba de los Patriarcas de Hebrón, lugar sagrado para las dos religiones.

A pesar de aquella horrible matanza, o tal vez gracias a ella, Goldstein, que murió apaleado por la muchedumbre, tiene hoy en Hebrón un monumento, y uno de sus admiradores, el parlamentario israelí de extrema derecha Itamar Ben-Gvir, guardó durante años una foto suya en su domicilio.

Ben-Gvir, que militó en la rama juvenil de Kach, lidera hoy el partido ultra sionista Otsmá Yehuvit, que en las elecciones israelíes del pasado 1 de noviembre se convirtió en el tercero en escaños del Parlamento israelí.

Se cree incluso que podría entrar a formar parte de un futuro gobierno que lidere el incombustible ex primer ministro Benjamín Netanyahu.

El partido de Ben-Gvir se presentó a las últimas elecciones en una lista conjunta con el Partido Sionista Religioso y Noam, todos los cuales que defienden posiciones que Wieland Hoban, presidente de la organización ‘Voz judía por una paz justa en Oriente Medio’, califica de ultras cuando no de directamente fascistas.

Así, propugnan la expulsión de los palestinos, el endurecimiento de las leyes religiosas del país, la calificación de la homosexualidad como una enfermedad necesitada de terapia o la creación de un Estado teocrático similar al de los integristas islámicos.

Para Hoban, sin embargo, lo único que diferencia a personajes como Kahane, Ben-Gvir o al también estadounidense de origen y líder del Frente Nacional Judío, Baruch Marzel, de los políticos tradicionales como Netanyahu o el exgeneral y ministro de Defensa Benjamin Gantz es el distinto medio social en el que unos y otros se han desenvuelto.

A diferencia de esos dos últimos, de los que no hay que olvidar que fueron responsables del bombardeo de Gaza y la muerte allí de unos 2.000 civiles palestinos, los kahanistas no pertenecen al ‘establishment’ israelí, sino que han salido, por así decir, de «la calle».

Su violencia no es la de las Fuerzas Armadas, sino la de los matones callejeros: el propio Ben-Gvir ha sido también condenado en varias ocasiones y sus opiniones políticas son tan extremas que incluso no fue admitido en el servicio militar.

A todo ello se suma el fanatismo religioso, que contrasta con el laicismo de los políticos tradicionales: la violencia que propugnan no es sólo racista sino que tiene una justificación teológica.

Como explica Hoban en un artículo publicado en el diario alemán ‘Junge Welt’, mientras que Tel Aviv se publicita como un paraíso para el mundo ‘queer’, esos integristas religiosos quisieran prohibir la homosexualidad en el Estado judío.

Así, no sólo representan un peligro real e inmediato para la población palestina tanto de Israel como de los territorios ilegalmente ocupados, sino que al mismo tiempo entrañan un peligroso potencial para el estallido de una guerra cultural en el seno de la propia sociedad israelí. Si no, al tiempo.

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