TRIBUNA

Los polos opuestos

Susana Torres Serralvo

España, 1931. El mundo estaba en crisis económica y las democracias amenazadas por el auge de los totalitarismos. La inflación ahogaba a la gente, que estaba muy descontenta con cómo se estaban gestionando las cosas de comer. Entonces, decidieron con acierto que lo mejor era votar. Y de esa votación salió un gobierno con ganas de cambiar cosas, formado por señores de centro-izquierda, porque en aquel país solo podían votar los señores a otros señores. Eso fue de lo primero que cambió, porque aquel gobierno creía que debía haber igualdad de derechos entre géneros, pero también decidieron que el Estado debía ser laico, que todo el mundo debía tener acceso a una educación pública de calidad, o que había que cambiar el modelo productivo porque no era lógico que unos pocos tuvieran mucho a costa de muchos que carecieran de casi todo.

A quienes estaban a la derecha de aquel gobierno aquellos cambios no les gustaban ni un pelo. No en vano, eran ellos quienes disfrutaban de esos privilegios que se querían repartir. Pero es que los que estaban a la izquierda tampoco estaban conformes, porque creían que las medidas eran pocas y lentas. Y el cabreo creció, y cada parte calentó tanto el ambiente que no hubo más remedio que votar otra vez. Y escogieron la opción contraria que paró de golpe todos los avances. Y mucha gente se enfadó aún más, y quienes estaban enfrente respondieron con un mosqueo aún mayor. Y volvieron a votar pero no paró la bronca. Y así, el país entero se intoxicó de un virus llamado polarización que al final lo destruyó todo.

A pesar de los paralelismos, algo hemos aprendido desde entonces y hoy es mucho más difícil que vuelva a haber un golpe de estado que derive en una guerra fratricida. Pero también hemos perfeccionado formas más sutiles de matarnos entre nosotros. La principal se llama desigualdad y se lleva fenomenal con la polarización. Porque esa desigualdad provoca desesperación y miedo, y entonces llegan los salvapatrias que fomentan aún más la polarización para que todo sea blanco o negro y los verdaderos debates, que son de todos los colores, no tengan espacio. Así, provocan que la desigualdad crezca en su beneficio, sin importarles todo lo que se llevan por delante, que es mucho. Y más si eres mujer.

La polarización arrasa cual caballo de Atila, y se da en muchos ámbitos. Por ejemplo, España, igual que otros países avanzados, está experimentando un efecto de polarización en el empleo, es decir, que aumentan más las ocupaciones que requieren la más alta y, sobre todo, baja cualificación respectivamente, en detrimento de los de nivel medio. Esto pasa especialmente en las provincias más dependientes del sector servicios, como Málaga. Las ocupaciones de baja cualificación, que están sustituyendo a las intermedias, suelen ofrecer contratos parciales, con sueldos míseros, que firman sobre todo las mujeres para poder conciliar a duras penas su vida laboral con la sempiterna misión de cuidar a la familia. Más brecha salarial. Más desigualdad.

Mucho más evidente es la polarización política, que da mucha vergüenza ajena, pero sobre todo es tremendamente peligrosa. Ya en 2018 la ONU avisaba de que «la polarización política y social basada en la desigualdad y el populismo es uno de los principales factores del aumento de la violencia a nivel mundial». El «embrutecimiento del discurso público», decían, hace que esté creciendo el extremismo violento. ¿Piensan que España es ajena a esto? Ahí van unos cuantos datos de 2021, los más recientes que tenemos: crecieron más de un 29% los delitos de odio respecto a 2020. La mayor parte de ellos se debieron a racismo y xenofobia, seguidos muy de cerca por delitos contra la identidad sexual y el género. En este segundo grupo la mayoría de las personas agredidas eran, ¡oh! sorpresa, mujeres. Y esto, sin mencionar la violencia de género, los feminicidios, las miles de llamadas desesperadas de mujeres maltratadas que llegan al 016 o el 112. En este caso no voy a dar cifras porque desgraciadamente es probable que para cuando se publique este artículo ya estén desactualizadas.

Las personas no somos imanes y los polos opuestos casi siempre se repelen. La única forma de evitarlo es mediante una conversación sosegada, objetividad y voluntad de alcanzar acuerdos; todo eso que la polarización destruye. En CCOO sabemos mucho de negociación y de su importancia, de lo que la hace posible y del daño que hace su ausencia. Ahora comienza una campaña electoral que, auguro, será bochornosa; llena de ataques, insultos y catastrofismos, odio y polarización. Desconfíen de quienes fomenten su miedo, de las promesas vanas y los ataques viscerales. Ninguno busca su bien, el de la ciudadanía que está descontenta con cómo se gestionan las cosas de comer.