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Patricia Navarro (PP) y Dani Pérez (PSOE)

Viento fresco

Jose María de Loma

Redactor jefe

Que se besen

Daniel Pérez y Patricia Navarro andan enfadadillos. Ay, qué disgusto, madre. Hay que celestinear políticamente

Los líderes de los dos principales partidos en Málaga no se llevan. Ay, madre qué disgusto. Patricia Navarro, presidenta provincial del PP, y Daniel Pérez, secretario general de los socialistas malagueños, tenían previsto una reunión, pero anda, ‘manfadaoy no voy. Contaba aquí el otro día Cristóbal Montilla que los socialistas aseguran que la relación entre ambas fuerzas está «rota», mientras que desde el PP proclaman que es «fría». La pericia adjetivadora es diferente y no sabe uno, si le dieran a elegir, si preferiría estar roto o frío. No descartándose que, momentáneamente, ambos estén empanaos. Parece ser que al PP no le gusta mucho que los socialistas hayan podido llamar corrupta a la alcaldesa de Marbella, si bien lo que no nos gusta a los ciudadanos es que la citada munícipe pudiera presuntamente serlo. Muñoz es ya sin duda el principal (¿y único?) problema político que tiene Juanma Moreno, al que unos aconsejan que le dé puerta ya y otros le dicen que solo tiene que esperar acontecimientos. A los populares por su parte no les parece bien, uy lo que me ha dicho, que acusen a Isabel Aguilera, del PSOE rondeño, de «enchufismo», que no es un huevo así y el otro lo mismo, y sí una acusación grave.

Estamos en lo de antes, lo que no debiera gustarle es el presunto enchufismo, no que se lo echen en cara. Pérez no tiene tiempo para un café con Navarro y a Navarro a lo mejor lo que le gusta es el té. A ambos les va la marcha. Allá cada cual con lo que beba, pero a tragar sapos sí están obligados. Les va en el sueldo. Aquí vendría bien ahora un párrafo de esos seriotes y solemnes alertando del peligro de que las fuerzas políticas no dialoguen y tal y cual y bla, bla, pero cómo van a dialogar si sus mayores lo único que hacen es arrearse. Los niños imitan a los mayores y los lidercitos provinciales imitan a los grandes líderes y a lo mejor si se cruzan en uno de esos restaurantes molones que tiene Málaga ni se saludan. Hay que lograr un encuentro discreto entre ellos, que hablen de sus cositas, que se hagan carantoñas (dialécticas), que se acaricien (la llegada de inversiones). Sin rencores ni puñales. Sin «y tú más» ni «eso no me lo vuelvas a decir». Aunque no puedan ni verse no se trataría de una cita a ciegas.

Deberían ir con las intenciones limpias y no con el cartapacio de los agravios. No hace falta que estén juntos toda la tarde. Con un rato bastaría. Luego, ya como ciudadanos normales, en lugar de no hablarse, normalizarían el saludo y dirían eso tan nuestro y entrañable de a ver si nos vemos un día.

Cuando tú quieras.

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