Cartas al director

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RAMÓN Y CAJAL EN LA LUNA

Coleccionaba nidos de pájaros. Gustaba de pasar las tardes entre fuentes, peñascos y colinas. Jugó al peón, al tejo y al marrón. También gustaba de las pedradas y asaltos al huerto. Embadurnó tapias, puertas y fachadas recién encaladas. Fue su época plástica. Bajó por piedras escalonadas en busca de nidos de águilas. Una vez, se vio en serio problema. Bajar fue fácil, pero subir no podía. Gracias a su navaja, sí, llevaba navaja, pudo, utilizándola de apoyo de empuje, y gracias a la firmeza de la roca, salir ileso. No le gustaba nada la Gramática latina, y odiaba aprender de memoria. Su falta de memoria se tomó como falta de atención. Recibió por ello, incontables castigos. Tuvo como sueño, remontar el río desde su fuente a la cima. Un día, llegó casi al límite. Tuvo la ocurrencia de apalear a un caballo. El caballo, en defensa propia, de una coz, casi fulmina al zagal. Ocurrió en Villa Luna (Zaragoza). Querido lector/a, ante usted, D. Santiago Ramón y Cajal. Él es el niño. Sirva el presente, para incidir en lo prioritario y esencial del juego en la infancia. Ramón y Cajal escribió : tienen los juegos gran importancia para la vida de acción y conocimiento. Cierto. Hoy, por cuestiones de espacio, seguridad y comodidad, el juego anda malherido. El espacio no lo permite. No se urbaniza teniendo al juego como uno de los baremos de licitación. Un parque no basta. Y no basta, por su geometría cercada. Limita. Esa limitación, atiende a parámetros de seguridad. Esa seguridad, es prueba evidente de masificación. A más gente, cada uno de su leche, mayores precauciones. La ciudad no apuesta por la fantasía. La insigne Carmen Martín Gaite, pregonaba asiduamente esos Fragmentos de Novalis, en el que el autor apostaba por tener una Fantástica, al igual que tenemos una Lógica. Lo dicho, la ciudad obvia, con el beneplácito de todos, a la fantasía. La Educación obvia, con el beneplácito de todos, a la Fantasía. Unamos a todo esto, y como consecuencia, la avidez que volcamos para la competitividad y el triunfo. Los niños y niñas, están sometidos a niveles de exigencias, y horas, que la mayoría de los adultos no sufren. Volcamos en ellos nuestras frustraciones e incapacidades. Subimos la persiana para fisgonear sobre la vida exitosa del chiquillo de los vecinos. Olvidamos, en pro de no se qué proyecto de futuro, que fuimos niños. Giramos ciento ochenta grados las formas de nuestra niñez. Arrancamos raíces. Y arrancadas las raíces, que más da, arrancarles horas al juego para poder hacer horas extras (escolares). Arrancadas las raíces, que más da, arrancar piedras, matojos y cañas del camino. Nada puede cruzarse en la senda barnizada que lleva a la meta. Menos aún un tambor. Un tambor, no, que horror!. Que hubiera sido del niño Óscar de El tambor de hojalata. El apetito viene comiendo, decía Hangest de Le Mans, la sed se va bebiendo ( Gargantúa-F. Rabelais). Pues eso. El apetito de los adultos crece, pues no paramos de picar en «los nuevos y rentables estándares», y la sed, del niño, no merma, pues no bebe. No al menos, de las aguas de ese afluente imprescindible que es el juego. Tienen los juegos gran importancia para la vida de acción y de conocimiento. Así decía Don Ramón. Ramón y Cajal.

Francisco García Castro. Estepona

CALLE ENCARNACIÓN FONTÍVEROS

Que cansancio da este ayuntamiento. De explicar y volver a explicar las quejas. Mi calle lleva años los árboles sin podar. Escribo una queja , me contestan «su aviso se está gestionando» y ahora estamos en un punto que los árboles tapan las luminarias y la calle está poco iluminada. No sirve absolutamente de nada escribir porque no te hacen ni caso, ni que haya elecciones. Que indefensión.

Lola Martínez Chamorro. Málaga