MIRANDO AL ABISMO

La causalidad

María Gaitán

En término generales se suele entender la causalidad como una relación de conexión necesaria entre dos eventos. Un evento, por otro lado, es la forma en la que los filósofos de la acción llaman a los hechos, y entonces solo nos queda ya aclarar el concepto de conexión necesaria. Hablamos de conexión necesaria cuando se establece que siempre que ocurre el hecho «A» lo hará el «B», sin excepción.

Los seres humanos regimos nuestra vida basándola en estas conexiones causales de eventos porque así sentimos que comprendemos el mundo y, lo que es más importante, que lo controlamos. Gracias a la causalidad podemos predecir sin miedo al error cuándo, cómo y por qué va a ocurrir algo y prepararnos en consecuencia. Este querer anticiparse a los hechos es algo que nos genera una cierta inquietud porque, aunque se ha determinado que de «A» se sigue «B», siempre nos queda la duda de si pasará también esta vez. La causalidad tiene un toque de suerte y es ahí donde entra nuestra inquietud.

El término azar es definido por la RAE en su primera acepción cómo casualidad, caso fortuito y en su segunda acepción como desgracia imprevista. Es esta segunda acepción la que mantiene en vilo a los seres humanos. Por mucho que se haya pensado sobre las consecuencias de hacer o no hacer algo, siempre hay hueco para la desgracia imprevista, para esa cosa que no vino. Una vez planteado todo esto vemos que parece imposible anticiparse a los hechos y que el azar juega un papel preponderante en casi todo lo que hacemos, aun así hay quien, al igual que yo, intenta tener todos los cabos de una acción bien atados. Sí, lo confieso, me anticipo, imagino miles de posibilidades ante de que «A» y «B», hayan siquiera ocurrido.

No sé por qué me ocurre esto, pero tengo una ligera idea. Siempre he sido una admiradora de Hume y de su forma, un tanto radical, de entender el empirismo. Pues bien, Hume elabora una crítica a la teoría de la causalidad, en ella esgrime que las relaciones de conexión necesaria entre los eventos cualesquiera, que hemos venido a llamar «A» y «B», no son tales porque cuando establecemos una relación de causalidad lo hacemos sobre el futuro y sobre el futuro no podemos tener conocimiento. Hemos mencionado su radicalidad ya que creía que, si el conocimiento se tiene de forma empírica, no existe, y del futuro no se puede tener experiencia empírica.

Supongo que con este artículo solo trato de autoconvencerme de que anticiparse al futuro no es posible, de que el azar es parte de la vida y la duda es parte del ser humano.